Misa Crismal

Homilía de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, en la Misa Crismal.

Misa Crismal

Murcia, 15 de abril del 2014

Queridos hermanos sacerdotes,

Religiosos y religiosas,

Seminaristas y novicios,

Hermanos y hermanas.

Gracia y paz a Vosotros de parte de Jesucristo (Ap 1, 5).

¡Queridos hermanos en la vocación sacerdotal! A vosotros también hermanos y hermanas que acompañáis a vuestros sacerdotes en esta celebración de bendición de los oleos y renovación de las promesas sacerdotales. Al participar en la liturgia matutina de la Misa Crismal, en este Martes Santo, dirijamos los ojos de nuestra fe hacia el misterio pascual de Cristo, que tiene su expresión litúrgica en los próximos días del Triduo Sacro, centremos nuestra mirada en Jesucristo, «el testigo fiel» (ib.), ya que, por su voluntad y mediante su gracia, somos administradores de los misterios de Dios (cf. 1Co 4, 1). No podemos olvidar que esta gracia, este don del sacerdocio que hemos recibido deriva de El. Sólo en El está la sabiduría del sacerdocio. Permitidme que recuerde acerca de esto unas palabras muy bellas del Papa Benedicto XVI: Jesucristo quiere ejercer su sacerdocio por medio de nosotros. Este conmovedor misterio, que en cada celebración del Sacramento nos vuelve a impresionar, lo recordamos de modo particular en el Jueves Santo. Para que la rutina diaria no estropee algo tan grande y misterioso, necesitamos ese recuerdo específico, necesitamos volver al momento en que él nos impuso sus manos y nos hizo partícipes de este misterio.

Hemos venido otro año a participar en la liturgia del Crisma, de los Oleos sagrados, que nos recuerdan nuestra unción sacerdotal, la efusión del Espíritu Santo por la ilimitada abundancia de la Redención de Cristo de la que hemos sido hechos participes. Hoy vamos a renovar la gracia del sacramento del sacerdocio y nuestra total dedicación a Cristo en el celibato. Este día lo esperamos y lo vivimos todos los años con una especial experiencia de fe y de fraternidad, ¡qué experiencia tan extraordinaria! Pero, al mismo tiempo tenemos que decir que es un día propicio para orar al unísono por todos los que El, el Buen Pastor, nos ha confiado y para pediros a vosotros, queridos hermanos, que no nos olvidéis en vuestras oraciones para que nos sea concedida la gracia de serviros fructuosamente, aceptando el peso de esta responsabilidad, sin importarnos nuestros intereses, porque nuestra vida está entregada a Dios y a la Iglesia.

Queridos sacerdotes, ya tuvimos la oportunidad de reflexionar en el retiro de cuaresma acerca de la época que nos ha tocado vivir, con sus luces y sombras, y vimos cómo en los tiempos que estamos viviendo no debemos dejarnos llevar de la tentación del derrotismo o de la angustia, porque estamos fundados en el amor de Cristo, que dio su vida por rescatarnos de las garras de la muerte y del pecado. Si estamos fundados en Cristo, vivimos en la esperanza, en la alegría de su triunfo, en la vida y de ninguna manera se nos podría identificar con ningún grupo de espectros de la muerte. Por eso la predicación tiene el contenido de la vida, del gozo por la victoria de Cristo, de la luz de un mensaje de esperanza, de la necesidad de volver a la casa paterna; no podemos evangelizar con miedos y con pesimismos, ¡que somos mensajeros de Dios, mensajeros de paz! y estamos recordando durante este curso en toda la Iglesia de Cartagena, que la esperanza es lo que nos salva.

Podríamos resumir nuestra tarea en este tiempo apasionante y lleno de retos, como la de:

+ estar en guardia ante el poder acuciante del mal,

+ tener despierto el mundo para Dios y

+ manteneos en pie, ante las corrientes de los tiempos,

como nos pedía el Papa Benedicto XVI. Estar en guardia, despiertos y en pie, así de sencillo y así de complicado.

Visto lo cual, es importante mirar a nuestro alrededor, para observar las responsabilidades de pastores recibidas de Nuestro Señor. Hacemos un alto en el camino y revisemos la tarea pastoral de nuestra querida Iglesia de Cartagena, por si no estamos haciendo todo lo que podemos en cuanto a la evangelización. Es verdad que tenemos a nuestro alcance todos los medios más adecuados para cumplir con fortaleza la acción misionera, a través del encuentro con el Señor en la oración, en los sacramentos y en la caridad, que nos sentimos llamados e impulsados a contarlo, a la misión, porque la gracia del Espíritu Santo nos asiste y nos ayuda, pero no está mal que nos volvamos a hacer preguntas, para mejorar.

Es importante afrontar con seriedad las dos direcciones, una, sobre cómo vamos personalmente respondiendo al Señor y la otra, que se centra en cómo lo estamos haciendo como la comunidad de los cristianos:

a) A nivel personal será necesario que sacerdotes y laicos nos pongamos las manos en el corazón y miremos cara a cara al Señor, porque la conversión tiene que ser actualizada frecuentemente, dadas las múltiples influencias del exterior, como pueden ser la acedía, la tristeza, el cansancio… que nos afectan gravemente en el ánimo.

b) En segundo lugar, a nivel pastoral, lo primero que he iniciado ha sido la revisión de nuestros trabajos pastorales, no sea que nos estemos conformando con una dulce monotonía.. Que se necesita hablar de esperanza en este momento de nuestra historia, está claro, pero, ¿cómo se está desarrollando?, ¿sirve la metodología a todas las parroquias y comunidades?, ¿estamos dando el fruto que esperábamos?, ¿ha ayudado a ofrecer posibilidades de agarrarse al Señor, a conectarse con otras parroquias o con otros arciprestazgos por medio de alguna acción común?, es decir, ¿dónde están los signos?, ¿se notan en la vida de la Iglesia?, ¿dónde se ve que estamos ofreciendo un camino distinto al que ofrece el mundo?…

Todos sabemos que el proyecto pastoral estaba centrado en las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad, y que para el año que viene toca la caridad. Cerraremos un ciclo y abriremos otro, ¿nos conformamos y seguimos así? Yo creo que, aunque no ha sido una pérdida de tiempo, pero es preciso cambiar la pedagogía, llegar a más, implicarnos más, por eso, durante el curso que viene debemos embarcar a muchos, será una oportunidad de participación de todos los hombres y mujeres que están dando su vida en las parroquias, en los movimientos y asociaciones para enrolarnos en la nueva etapa de la evangelización.

Las orientaciones y el carácter programático que el Papa Francisco nos ha abierto en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium nos obligan a actualizar el proyecto y a anticipar la reflexión para el próximo Plan de Pastoral. Tomemos conciencia de estar ante «una nueva etapa evangelizadora», como dice el Papa, porque nos encontramos no simplemente ante una época de cambios, sino ante un cambio de época (cf. EG, 52).

El Papa nos está invitando a una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (EG, 27).

En el discurso que dirigió el Papa Francisco a los Obispos españoles con motivo de la Visita Ad Límina nos pedía no ahorrar esfuerzos para abrir nuevos caminos al Evangelio, lo cual está expresando la necesidad de valentía con la que debemos asumir la acción misionera en todos los ámbitos de nuestra acción pastoral. La razón de este ánimo misionero está en Cristo Resucitado y glorioso, fuente de nuestra esperanza más profunda, y ayuda para cumplir la misión que nos encomienda (cf. EG, 275).

La identidad sacerdotal está en la línea de sentirse amado y capacitado para amar. Esta identidad se reencuentra cuando se quiere vivir el sacerdocio en todas sus perspectivas o dimensiones, cua
ndo uno se siente que pertenece a Cristo, cuando ejerce la misión recibida para servir más y mejor a los hermanos, en comunión con toda la Iglesia.

Os ruego a todos que no dejéis de rezar por los sacerdotes y seminaristas, rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies (cfr. Lc 10, 2). Hoy tenemos la suerte de contar con estos jóvenes seminaristas, de corazón grande, que han dejado todo para seguir al Señor. Ellos nos recuerdan que la respuesta es posible y que la voz de Dios sigue sonando, aunque otros muchos no la oigan por los ruidos del ambiente. Rezad también por ellos, por nuestros seminaristas y estad orgullosos de ellos, que son esperanza y testimonio para los jóvenes. Tengamos presentes también las vocaciones a vivir los diferentes carismas en la Iglesia como religiosos y religiosas, de vida activa o monástica, que son el gozo de la Iglesia, el don más bello del Señor. Pero no olvidemos un aspecto esencial en la acción pastoral de la Iglesia, a la familia, que seguirá estando muy presente en nuestra dedicación pastoral.

Queridos hermanos, yo rezo por vosotros y sé que vosotros rezáis también por mí. Permitidme que os traiga a la memoria en esta Eucaristía con tanto sentido sacerdotal: a los sacerdotes ancianos, a los enfermos, a los que no han podido venir por diversos motivos, a los sacerdotes misioneros y también los sacerdotes difuntos en este último año y han recibido ya la corona prometida a los siervos fieles y cumplidores. Los tenemos presentes en el recuerdo agradecido y en la oración de la Iglesia.

Que el Señor, Buen Pastor, os cuide y os proteja, que sea bueno con vosotros y os conceda la salud del alma y del cuerpo. Así sea.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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