La Wifi del Espíritu no tiene clave

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, en el Domingo de Pentecostés.

Domingo de Pentecostés. C. 2016

En esta solemnidad de Pentecostés tendremos la oportunidad de actualizar nuestra identidad de cristianos, la grandeza del Pueblo de Dios enviado a evangelizar con la fuerza del Espíritu Santo. En el Evangelio se puede ver cómo el Espíritu transformó a los discípulos radicalmente, a los que estaban en casa, en la noche, con las puertas cerradas y con miedo. Entró hasta el fondo de sus almas, los reconfortó en sus duelos, sanó sus corazones tristes y los sacó a la luz. Es el mismo Espíritu que hemos recibido en el Bautismo los cristianos, el mismo que en la Confirmación nos regaló sus dones, es el mismo que en esta solemnidad viene a sacarnos de nuestras tinieblas y a ponernos en el camino, de “estar inmersos en el corazón de la vida social, pública y política, estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan continuamente” (Papa Francisco).

En la Iglesia celebramos este domingo el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, una realidad de una enorme importancia, por lo que significa la responsabilidad evangelizadora y el papel de los laicos en el mundo. Recientemente ha dicho el Papa Francisco que “los laicos son parte del Santo Pueblo fiel de Dios y por lo tanto, los protagonistas de la Iglesia y del mundo; a los que nosotros estamos llamados a servir y no de los cuales tenemos que servirnos”. Ha sido cosa del mismo Señor, nadie lo puede rebatir, quiere que sean testigos y heraldos de la Buena Noticia en medio del mundo, quiere que sean esencialmente signos e instrumentos de la paz de Dios para todos los pueblos a través de la predicación, de la caridad y de la misericordia. Todos los discípulos de Cristo han recibido el encargo de extender la fe según sus posibilidades.

El encuentro personal con Cristo impulsa a dar razón de la fe que nos mueve, a explicar y justificar la razón de nuestra esperanza, de donde nos viene la fortaleza y el gozo ante todos los acontecimientos de la vida. Pero, mucha atención, que nadie puede dar lo que no tiene, por eso, es esencial que el evangelizador tenga experiencia de Dios, que haya dejado entrar a Cristo dentro de su ser, seguido de una seria conversión del corazón, el cambio de vida, el arrepentimiento de los pecados y el nacimiento a una nueva vida, arraigada en el seguimiento de Cristo. La conversión y el cambio de vida, personal, familiar y comunitario, es condición indispensable para que surja la acción apostólica del cristiano. El anuncio tienen que hacerlo en el contexto real de su vida, en su familia, entre sus amigos y vecinos, en el ejercicio de su profesión, en el ejercicio también de sus derechos y deberes como ciudadanos. “La misma vida cristiana es por naturaleza apostolado”, dice el Concilio. Nadie es espectador, todos somos actores de un programa de salvación trazado por Dios desde el mismo momento de la creación.

La Iglesia nos invita constantemente a todos al dinamismo misionero, personal y comunitariamente, a anunciar y proclamar la Buena Noticia del Evangelio, para impregnar con el espíritu evangélico las diversas culturas y ambientes. Para comunicarte con el Espíritu no hay clave, sólo necesitas el corazón.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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