Escrito de Mons. Lorca para este domingo, Bautismo del Señor.
De nuevo oímos la voz de Dios que nos anima a seguir adelante, nos habla al corazón y nos dice que en esta aventura no vamos solos, que es Él el que lleva la historia. La voz del cielo nos presenta a Jesús, al Hijo amado, al predilecto. Son tantas las señales que nos hablan de Él, que es imposible no fiarse: una estrella, un Niño envuelto en pañales… ¡Cómo es Dios! Dios con nosotros y junto a nosotros, ¡así son los caminos del Señor! La Virgen María ha ido por delante, fiándose, creyendo y caminando. Ella es ahora nuestra estrella, el modelo al que parecerse. Desde su Nacimiento, hasta el Bautismo hemos visto a Jesús en silencio, esto no quiere decir que estuviera ausente, sino que no había llegado su hora y eso que el pueblo estaba en expectación, pero no era aún la hora. Juan el Bautista abrirá el telón en esta dramática aventura de Jesús y lo presentará en sociedad: «viene el que puede más que yo y no merezco desatarle la correa de sus sandalias». El Bautismo de Jesús marca el punto de arranque de su tarea, su misión profética, que después continuará en la Iglesia. ES DIOS MISMO EL QUE NOS GRITA para que veamos al Siervo a quien prefiere; es Dios mismo el que nos dice al corazón que bendice a su pueblo con la Paz. Jesús es el Siervo de Yahvéh, el Hijo amado del Padre que pasa haciendo el bien con la fuerza del Espíritu Santo, el portador de la paz, de la justicia, de la libertad y de la verdad.
Escucharemos en el Evangelio que bajó el Espíritu sobre Él, es la voz del cielo. Dios sigue hablando, sigue abriendo los cielos nuevos y las esperanzas para todos, aunque sólo veamos nubarrones. Los signos que nos da ahora el Señor son de esperanza y se interpretan como el surgir de una nueva creación, que Jesús es el Ungido para la misión, el Profeta. ¿Habéis tomado nota? Prestemos atención porque Dios es el mismo y se empeña en comunicarse con los que tienen un corazón sencillo y humilde, se trata de escuchar su Palabra, como Jesús, y ser fieles a ella todos los días. Pero nos debemos vigilar, porque cada día algo tiene que morir dentro de nosotros y algo tiene que nacer; algo debemos hacer para cambiar de estilo: cada día debemos ser menos egoístas, menos sensuales, menos vanidosos… y ser más como Jesús. Nuestro Señor no nos engaña cuando nos habla que para ser como Él hay que aprender a no despreciar la Cruz. En el Bautismo Dios nos invitó a cambiar, a seguir al Crucificado, a morir al pecado y a renacer a los valores cristianos. Piensa que para ti Dios abrió también los cielos y recibiste el don del Espíritu Santo en el Bautismo. Venga, anímate, camina, has de ser fuerte y decir vuelvo los ojos a Jesucristo. El Señor no nos defraudará, le encontramos cada vez que nos reunimos en torno al pan de la Palabra y de la Eucaristía, que es la fuerza del Espíritu que se nos da en abundancia. Lo encontraremos también, a diario, en cada uno de nuestros hermanos y en las realidades de nuestro mundo, así como en nosotros mismos cuando como Él seamos capaces de trabajar por el bien y de luchar contra el mal.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena