Escrito de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, en el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario.
En esta semana celebramos los cristianos un día especial, el gozo de ser Iglesia, el Día de la Iglesia Diocesana. Seguro que habréis visto ya en los carteles de la entrada al templo un llamativo lema: Una Iglesia y miles de historias gracias a ti. En este día volvemos a recordar lo que significa pertenecer al Cuerpo de Cristo, nuestra Cabeza. Somos una familia, un pueblo llamado a la salvación y a la vida y reconocemos también nuestras obligaciones, que fundamentalmente se centran en el mandamiento del amor, según el corazón misericordioso de Dios. Somos una familia muy grande, una familia que necesita ser cuidada, una familia con una larga historia en esta tierra, en la Diócesis de Cartagena, llamada a evangelizar desde la época apostólica. A nadie le es desconocido el dato de las 291 parroquias y de las necesidades que plantea la tarea evangelizadora y pastoral, las necesidades de los edificios de las iglesias parroquiales, salones u otras dependencias, puestos al servicio del pueblo de Dios y de los que se acercan a ellos. No hablo de las grandes obras, sino del día a día, de las cosas pequeñas y de las obras de caridad…
Todos sabemos que la Iglesia concreta y limitada que conocemos, con sus luces y con sus sombras, es el espacio en el que Dios hace explícitamente presente y operante su voluntad irrevocable de salvarnos por medio de Cristo. Es aquí donde recibimos los sacramentos y seguimos los pasos de Jesús con la cruz a cuestas; es en la Iglesia donde aprendemos a renovar el compromiso de acercarnos a los pobres y necesitados con el mismo corazón y sentimientos de Jesús; es a través de la Iglesia donde nos formamos en la sabiduría de Dios, en la comunión y en la unidad de un solo Cuerpo. San Juan Pablo II expresaba este pensamiento de una manera bella, abierta a la grandeza: «La multiplicidad de los miembros y la variedad de las funciones no pueden ir en perjuicio de la unidad, así como la unidad no puede anular o destruir la multiplicidad y la variedad de los miembros y de las funciones». Esta es la hermosa armonía de la Iglesia, que explica la necesidad de la solidaridad entre todos los miembros. Por esta razón, yo os puedo decir hoy, la Iglesia, nuestra madre, nos pide ayuda, colabora con generosidad, cada uno según sus posibilidades.
La exhortación a ayudar a la Iglesia en sus necesidades aparece ya en los relatos de los Hechos de los Apóstoles contándonos aspectos esenciales de la primitiva Iglesia y se destaca la preocupación por todos los hermanos: «La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma» (Hech 4, 32). Os recuerdo que, cuando llegue el momento de la Declaración de la Renta no os olvidéis de poner la señal en la casilla de ayuda a la «Iglesia Católica» y en la de las otras obras sociales, sabiendo que los donativos a la Iglesia tienen la desgravación fiscal del 35 %. Que Dios os bendiga.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena