Escrito de Mons. Lorca Planes, Obispo de Cartagena, para el III Domingo de Adviento.
Navidad no es una fiesta cualquiera, es una fiesta con sabor a misterio divino y a familia reunida, a turrón sobre la mesa con nuevos manteles, velas. En Navidad se pide silencio contemplativo ante el misterio, ante su morada en medio de nosotros. Cuando miras las imágenes del pesebre comprendes que Jesús siempre está aquí, que nunca se ha marchado, porque lo ves durmiendo en la calle, haciendo cola en los comedores sociales o yendo a Cáritas a recoger los alimentos; está aquí y está parado, enfermo, es anciano, un inmigrante que busca su lugar… ¡Está aquí! Pero, para verle necesitas tener fe.
Tus ojos, que distinguen las señales sencillas de Dios y que ven a un Niño envuelto en pañales, te liberan de las tinieblas y de la oscuridad, y te muestran a Dios en los necesitados. Esa es la señal de su presencia. Pero, para verle necesitas tener fe, que la fe abra tus ojos al Misterio.
Jesús merecía una cuna mejor y prefirió una cueva de pastores. No había posada para él; vino a los suyos y no lo recibieron, como dice el Evangelio. Nació allí, en Belén y hoy nace en el corazón del hombre y de la mujer entre cantos de gloria a Dios y paz al hombre que ama el Señor. Su cuna fue un pesebre, pero ahora necesita por cuna el corazón del creyente, es un corazón frágil, hecho de barro, y envejecido por el pecado. Pero Jesús viene a sanarlo. Se ha hecho uno de nosotros en esta etapa tan complicada de la historia y camina junto a ti, no le des la espalda, ¡ofrécele la mano!, que la Navidad es tiempo de caridad, de hacer el bien, de escuchar los gritos de los pobres.
La Iglesia, cuando celebra la Navidad, hace memoria del admirable intercambio realizado en el misterio en Belén. Dios se hizo hombre para que el hombre fuera divinizado. «Dios confiere dignidad eterna a la naturaleza humana para que por esta unión admirable nos haga a nosotros eternos», así escuchamos en un prefacio navideño. Navidad es el encuentro de lo divino con lo humano y lo humano con lo divino en la persona de Jesús, que es Dios y hombre a la vez. En Navidad ya ha nacido la esperanza de la dignidad del hombre, de todo hombre.
¡No apaguéis las luces de la Navidad! Dejadlas encendidas todo el año y escuchad los gritos de los que nos invitan a no pasar de largo, los avisos que nos dicen de no quedarnos sólo en la superficie de unas fiestas alegres y populares de la Navidad. Ahorradnos la pena de tener que apagar la ternura y la bondad de tantos deseos buenos. La puerta la hemos dejado abierta para que entremos más adentro, a las verdaderas y grandes necesidades de los hombres, pero todo el año. Ahí está encendida la lámpara de Jesús, ahí sigue montado el pesebre y ahí estamos convocados todos. Os deseo una feliz Navidad de Jesús.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena