La ley del Señor alegra el corazón

Escrito de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, en el Domingo XXVI del Tiempo Ordinario.

La Palabra de Dios vuelve a manifestar el cumplimiento de las promesas hechas por Dios a nuestros antiguos padres en Jesucristo. En Él vemos cumplidas las promesas y las intenciones de Dios que se muestra en el libro de los Números, la primera lectura de este domingo. Allí se nos dice que el Espíritu sopla donde quiere y no tiene fronteras, otorga sus dones a quien quiere y actúa libremente. Se ve claro cual es la voluntad de Dios, en boca de Moisés: «Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor». La promesa está cumplida, porque desde el bautismo estamos llamados a ser profetas, a anunciar el amor y la misericordia entrañable de Dios. En el corazón de Dios cabe todo el mundo y el Espíritu de Dios sigue suscitando testigos y evangelizadores, hombres y mujeres que trabajan por la unidad de su pueblo, erradicando todo lo que nos divide y enfrenta.

Mucho ánimo, entonces, que la realidad que nos toca vivir nos está facilitando un ininterrumpido diálogo con Dios, el Señor nos ofrece y posibilita una invitación constante al interior de su amor personal. Pero no olvidéis que la iniciativa la lleva Él, no se puede monopolizar a Dios, no puedes «poseer» a Dios, no puedes dominarle. Sale a nuestro encuentro en todas las direcciones, ¿no recordáis las parábolas de Jesús, cuando dice que el Señor envía a los criados a todos los cruces de los caminos invitando a pasar al banquete preparado? Dios quiere nuestro bien, nuestro despertar de tantos letargos que nos mantienen paralizados. El Señor no hace una selección elitista de sus discípulos, separando a unos de otros, esa es una tentación humana. El Señor corta ese modo de proceder radicalmente cuando dice en el evangelio que «el que no está contra nosotros está a nuestro favor». El Señor no se cansa de invitar a todos a ser testigos y profetas, «no duerme ni reposa el guardián de Israel» (Sal 121,4). La Palabra te interpela a tomar conciencia de tu misión, pero debes ser una persona de fe, tener experiencia de Dios, conocerle, sentirle vivo y cercano. «Quien diga que Dios ha muerto -dice un himno de la Liturgia de las Horas- que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto». ¡Abrid los ojos y ved las obras maravillosas de Dios, que sigue despierto!: «decid, si preguntan dónde, que Dios está –sin mortaja- en donde un hombre trabaja y un corazón le responde». Dios está aquí y ahora, pero desgraciadamente unos no lo ven y otros lo rechazan.

Nuestra asignatura pendiente es saber abrirle las puertas a Dios para que lo conozca todo el mundo, dejar a un lado nuestros miedos y temores, nuestra frágil debilidad que nos hace negarle en ocasiones, pero con lágrimas en los ojos, como Pedro arrepentido de su negación. Él no tiene prisa y nos espera: «Oye, Pastor, pues por amores mueres, no te espante el rigor de mis pecados, pues tan amigo de rendidos eres» (Lope de Vega). Nuestro especial cuidado no está en alcanzar nosotros placer o éxito, salud o vida, dinero o descanso… no, nuestra principal alegría debe ser esta: Señor, aquí estoy para hacer tu voluntad. El mayor gozo es dar gracias porque te sientes llamado por el Señor a una aventura que nos supera, a un oficio de amor.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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