La Exaltación de la Santa Cruz

Escrito del Obispo de Cartagena en el Domingo XXIV del Tiempo Ordinario.

En este domingo celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Este signo es de una importancia grande para la vida cristiana porque es el signo de la victoria de Nuestro Señor Jesucristo sobre la muerte y el pecado. El anuncio más hermoso que proclamamos es que Cristo vive, que está presente hoy entre nosotros por su Espíritu. Jesús no vive sólo en la conciencia de los hombres, y particularmente de quienes se declaran sus seguidores; la pervivencia de Jesús en la historia no se debe únicamente a la memoria de sus gestos y palabras, de la libertad en el amor con el que vivió y la grandeza de alma con que murió. «Jesús está personalmente vivo para siempre, podemos establecer comunicación con Él, cada persona puede recibir la gracia de un encuentro actual transformador. El hecho de la Resurrección del Señor es una realidad presente y dinamizadora de la Iglesia» . Pero especialmente podemos encontrarnos todos los días con Él en el Sacramento de la Eucaristía, en la Mesa del Señor.

Los acontecimientos vividos de la Pasión y la muerte de Cristo, estaban dentro del plan de salvación de Dios y ya habían sido anunciadas en el Antiguo Testamento, no como final de su misión, sino como el ‘paso’ indispensable requerido para ser exaltado por Dios. Lo dice de un modo especial el Canto de Isaías, hablando del Siervo de Yahvéh como Varón de dolores: «He aquí que prosperará mi Siervo, será enaltecido, levantado y ensalzado sobre manera» (Is 53, 13). Y el mismo Jesús, cuando advierte que «el Hijo del Hombre… será matado», añade que «resucitará al tercer día» (Cfr. Mc 8, 31).

Las palabras de Pablo sobre la cruz de Cristo, cuando dice que «la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres» (1 Cor 1, 25), son reveladoras. Al hombre le resulta difícil encontrar una respuesta satisfactoria a la pregunta: ¿por qué la cruz de Cristo? Pero la respuesta a este interrogante nos la ofrece una vez más la Palabra de Dios. Jesús es el que da la respuesta, «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). El amor sigue siendo la explicación definitiva de la redención mediante la cruz.

Este misterio de amor se actualiza en la Eucaristía. Así lo expresaba el santo Papa, Juan Pablo II, la Iglesia vive continuamente de este don redentor y accede a él no sólo a través de un recuerdo lleno de fe, sino también en un contacto actual, porque el sacrificio se hace presente, perpetuándose en cada comunidad, que lo ofrece por manos del ministro consagrado… La Misa hace presente el sacrificio de la Cruz, el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo, que se actualiza en el tiempo.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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