La Epifanía de Dios

Carta Pastoral de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena.

La fiesta de la Epifanía del Señor completa el Misterio de la presencia de Dios con nosotros; María y José presentan a Dios al mundo. El mismo Señor ha sido quien ha suscitado a estos hombres el deseo de conocer a Jesús, les ha tocado el corazón de tal manera que tenían que salir de su tierra y de su mundo para encontrarse con Él, la luz de Cristo ya iluminaba la inteligencia y el corazón de los Reyes Magos y se pusieron en camino (Cf. Mt 2,9). Los magos nos han dado una lección de constancia y fidelidad, porque no dudaron en dejar todo para seguir la estrella y salvar toda clase de obstáculos, para estar junto a Dios. San Juan de la Cruz describe lo que debe pasar por la mente del que se ha puesto en camino «sin otra luz ni guía, sino la que en el corazón ardía (…) Aquésta me guïaba más cierta que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía».

Los hombres que se han fiado de las señales de Dios se han beneficiado del privilegio de adorarlo, los incrédulos no, la desconfianza paraliza. Los Magos han recorrido medio mundo hasta que han llegado a la presencia de Dios, han soportado toda clase de aventuras; han podido pasar por locos, pero han permanecido fieles a la señal de Dios, a pesar de los momentos de oscuridad. Los Magos nos han demostrado que no existe mayor gozo que ponerse en marcha a la aventura de encontrarse con Dios. Esto mismo nos pide el Papa Francisco cuando escribe que Dios nos llama a una salida misionera y ello implica salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. Es preciso tener los oídos abiertos, saber escuchar para poder escrutar los signos con los que Dios nos llama y nos guía.

Las señales de Dios no se apagan nunca, porque Dios quiere hacerse presente en todas las etapas de la historia, antes y ahora. En esta solemnidad será bueno recordar lo que les decía Benedicto XVI a los jóvenes en Colonia: «El Niño, colocado suavemente en el pesebre por María, es el Hombre-Dios que veremos clavado en la Cruz. El mismo Redentor está presente en el sacramento de la Eucaristía. En el establo de Belén se dejó adorar, bajo la pobre apariencia de un neonato, por María, José y los pastores; en la Hostia consagrada lo adoramos sacramentalmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad, y Él se ofrece a nosotros como alimento de vida eterna». La salvación que se ofrece en la Epifanía también es una llamada a la fidelidad para ti.

Que Dios os bendiga.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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