La Cuaresma, encuentro con la misericordia divina

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes.

En esta semana comenzamos la Cuaresma, un tiempo especial de conversión y purificación, un tiempo para acercarse más a Dios. Contaremos con una serie de medios concretos que la Iglesia nos propone y que han dado siempre un eficaz resultado: ayuno, oración, limosna, para encontrarnos con Cristo. El Papa nos lo recuerda así en su mensaje: «Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria». Este es su modo de amarnos, de estar con nosotros, como un buen samaritano, para ayudarnos a limpiar las heridas del pecado y la muerte que nos rodean. Lo primero que hace el Señor es enseñarnos el camino para vencer la tentación, comunicarnos la misericordia infinita de Dios y su confianza ilimitada en la voluntad del Padre.

Qué grandeza la de Jesús cuando se deja tentar por el demonio, pero era necesaria esta pedagogía, para que pudiéramos entender bien la lección. El Señor ha cargado sobre sus hombros con nuestros pecados y nos da ejemplo de lo que debemos hacer, para que nos veamos libres de la tiranía del maligno. La narración es dramática, especialmente cuando le dice Satanás a Jesús: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». El planteamiento que le hace no nos es extraño, le quiere comprar su decisión, su voluntad, lo quiere someter a cambio de cosas materiales. La reacción de Jesús es rápida: «Al Señor, tu Dios, adorarás y sólo a Él darás culto». Le siguen las otras dos tentaciones que le llevarían a potenciar la vanagloria, pero Jesús permanece firme en la voluntad del Padre.

Esta es la primera lección que nos da el Señor, preferir siempre la voluntad de Dios, aunque nos prometan lo impensable. Una clave fundamental para poder distinguir por dónde viene el maligno es que lleva por delante la oferta del bolsillo, de la vanagloria, las grandezas y de los poderes, que resultan siempre falsos y nadan en la mentira; mientras que los caminos del Señor son la verdad, son humildes, sencillos, auténticos y pobres. Por el contrario, revisad el signo con el que hemos comenzado la Cuaresma, con la ceniza, donde se nos decía que nos acordemos de nuestra fragilidad y debilidad, que necesitamos ser redimidos por la misericordia de Dios. ¡Qué contrastes!

La Iglesia nos invita a apartarnos de las apariencias, fachadas, de todo el cultivo de lo externo, para que nos centremos en saber convertir el corazón, un corazón penitente que busca a Dios en este itinerario cuaresmal y «nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza», como nos dice el Papa Francisco.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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