Jesús espera en el brocal del pozo

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, en el III Domingo de Cuaresma.

Escucharemos en este domingo uno de los relatos más emocionantes que jamás se nos hubiera pasado por la cabeza. El Evangelio de San Juan narra como Jesús, «cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial». ¿Se le puede pasar a alguien por la cabeza que, por estar cansado Jesús, dejara de hacer el bien? Por supuesto que no, no estaba allí, precisamente, retirado de todo, sino esperando a alguien. Llegó una mujer, indiferente a todo lo que no es lo material y lo natural. Ella sólo venía a por agua, porque la necesitaba en su casa; no tenía más horizontes que los puramente humanos. Esa es la lógica del corazón que no se ha encontrado con Jesús.

Pero ahí le esperaba Jesús, que quería hacer la voluntad del Padre: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra» (Jn 4, 34). La samaritana andaba lejos de Dios y Jesús quiso ofrecerle la oportunidad de que se acercara. Le pide agua y se vale de cualquier cosa para hacerle ver que Él tiene un agua mejor. El encuentro con Cristo cambia la existencia de una persona, a Él no le importa humillarse, pedir, le importa esa persona y la lleva al terreno de la admiración, hasta sentir la necesidad de cambiar, como enseña el caso de Zaqueo o los pecadores que se cruzaron en sus caminos con Jesús. La bondad de Dios impulsa a la conversión; a todos los pecadores siempre se les abre una puerta de esperanza.

Lo que va a triunfar en el caso de la samaritana no es la espectacularidad de su vida, con sus pecados, sino la misericordia de Dios que le estaba esperando junto al pozo; y es que la misericordia va siempre más allá, como dice Cabodevilla: «Mientras el arrepentimiento anda a su lento paso, la misericordia corre, vuela, precipita las etapas, anticipa el perdón, manda delante, como heraldo, la alegría». Dios es esencialmente amor misericordioso, volcado con impulso vehemente sobre nuestra pobreza. Todo el Evangelio es un manantial vivo de misericordia.

Vemos en las lecturas de este domingo el protagonismo del agua. En la Biblia, el agua simbolizaba las bendiciones y el favor de Dios y particularmente la efusión del Espíritu Santo que renueva la vida de Israel. En el lenguaje simbólico de San Juan, el agua viva expresa la fe que lleva a la Vida y el sacramento del Bautismo. A estas alturas del tiempo de Cuaresma se nos está indicando la importancia del tema catecumenal, del itinerario que debemos recorrer para participar de la Vida en Cristo, que pasa por la cruz.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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