Islas de misericordia

Escrito de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, para el IV Domingo de Cuaresma.

En su mensaje para la Cuaresma nos dice el Papa Francisco con voz de profeta que debemos ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia. La imagen es preciosa, por lo que significa, pero tiene un fundamento esencial, que nos parezcamos en todo a Nuestro Señor, que es rico en misericordia, por el gran amor que nos tiene. Prestemos atención a las lecturas de esta semana para escuchar el mensaje de consolación y esperanza que se nos ofrece, porque expresamente hablan de que Dios no permanece indiferente ante nosotros, sino que con solo el beneficio de su mirada podemos ver que no abruma, que no condena y no humilla. La mirada de Dios rehabilita y reconcilia, por eso mandó a su Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. Consideremos también la mirada de fe del hombre hacia el Hijo de Dios clavado en la cruz por nosotros, porque su amor es tan fuerte que quiere salvarnos de la muerte y darnos la vida eterna. Cristo en la cruz es el amor de Dios crucificado, el amor misericordioso que perdona y da la vida y aquel que lo rechaza, ya está firmando su propia condena.

En la Palabra se nos dice claramente que en la cruz es donde quiere darnos el Señor la vida y que la salvación nos viene por su victoria sobre la muerte en la cruz. Este es el centro de la predicación de la Iglesia, ¿no recuerdas lo que dijo San Pablo?: «Si confiesas con la boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rom 10,9). San Pablo nos exige poner en sintonía el corazón y los labios para poder confesar la fe, animados por el Espíritu Santo. Nuestra fe nos anima a apoyarnos en Él, a vencer el temor, porque Cristo ha vencido la muerte (cfr. Ap 1,17-18).

Esta es nuestra primera tarea de caridad pastoral, a lo que estamos llamados como creyentes, hombres y mujeres, laicos y consagrados, a testificar que la salvación está en Jesucristo, que es Él quien da la vida, que fue exaltado, levantado como en un trono visible a todos, para que podamos ver dónde está la salvación y la vida. Debemos tomar conciencia de esto y prepararnos bien en lo que queda de Cuaresma para contemplar a Jesús levantado sobre la cruz y no escandalizarnos, sino que la veamos como el trono desde el cual nos está salvando. Nos queda tiempo para la conversión, para volver el rostro a Dios, porque sin Él estamos perdidos; sin Él no hay alegría, ni paz, sin Dios no se hacen bien las cosas. Nada que rechace a Dios merece nuestra confianza, llámese sociedad, cultura, partido político, ideología… Cristo nos lleva por los caminos del amor a los hermanos y hermanas, nos da un corazón fuerte, firme y abierto, capaz de darlo todo por los demás. Esta es la aventura que al mundo le parece una locura, el amor.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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