Invierte tu dinero en obras de caridad

Carta semana del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, en el XXV Domingo. Ordinario. C. 2016

La Palabra de Dios ilumina un tema de especial relevancia, tan apasionante en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, porque destaca la importancia de la dignidad, del respeto que merece la persona y el valor que tiene para Dios, tanto, que le cuida y le protege como a un hijo. Dios conoce perfectamente su mejor obra en la creación y sabe de sus debilidades, pero siempre ha actuado con una infinita misericordia y no se cansa de salir a su encuentro para perdonar y para volver a darle oportunidades nuevas, porque le ama entrañablemente y porque “la misericordia es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios”, dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia. Esta es la razón, Dios nos ama, como un Padre y nos lo está demostrando en cada instante, no nos pide nada a cambio, su amor es de entrega, como ha hecho Nuestro Señor Jesucristo, que ha dado la cara por nosotros, ha pagado por nuestros delitos y ha entregado su vida, derramando hasta la última gota de su sangre. ¿Hay un amor más grande que éste, el inocente pagando por los culpables?

Las lecturas elegidas en la liturgia nos tienen que hacer pensar mucho, pero para tomar postura, para que cambiemos radicalmente nuestras actitudes y comportamientos injustos o abusivos contra los demás. Lo que denuncia el profeta Amós no ha perdido nada de actualidad, ya que cada día aparecen en los medios de comunicación denuncias de casos de estafa, fraudes, engaños y trampas: “Disminuiremos las medidas, aumentaremos el precio y falsearemos las balanzas para robar; compraremos al desvalido y al pobre por un par de sandalias; venderemos hasta el salvado del trigo” (vv. 5b-6). Lamentablemente no terminan las historias del dinero injusto, con fines absolutamente egoístas, que pagan al final los más débiles. En la cadena de comunión y fraternidad que pensó Dios desde la creación del mundo, para que los bienes de la tierra estuvieran al servicio de todos, ha entrado un elemento que es dañino, el pecado de desamor, el interés propio.

Algo hay que hacer, al menos pensar en lo que cada uno de nosotros podemos arreglar. ¿Vale la solidaridad? El Papa Francisco, en el discurso del encuentro con los Movimientos Populares, dice que solidaridad “es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales”. Aquí ya hay un itinerario que dará buenos resultados. Otra vía que debemos explorar en nuestra vida es lograr tener claro a quién servimos, si a Dios o al dinero. Esto nos lo pide el mismo Jesús, porque si amas mucho las riquezas, éstas te someten y corres el riesgo de pensar que Dios es para ti algo indiferente o, peor aún, un enemigo a batir. Pero si amas de verdad a Dios, el tema de la esclavitud a las riquezas se debilita y tu único tesoro será Dios. Así, sí puedes actuar con astucia. Que tu dinero te sirva para ser invertido en caridad hacia tus hermanos, gástatelo en obras de caridad.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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