8 diciembre de 2025, Catedral de Murcia
Los cristianos celebramos la fiesta más hermosa de toda la humanidad. No es solo el recuerdo de una mujer, María de Nazaret, que fue concebida sin pecado porque iba a ser la Madre del Mesías, sino que es «el feliz comienzo de la Iglesia» (Marialis Cultus, de Pablo VI), la fiesta de todos los que nos sentimos de alguna manera representados por ella: es la fiesta del «comienzo absoluto», cuando Dios tomó la iniciativa de elegir a María como la Madre del Salvador. Y la quiso libre del pecado desde el primer momento. Prestad atención a los textos de hoy y veréis que están llenos de alegría y de alabanza a Dios, porque en verdad, como dijo la misma Virgen en el Magníficat, «el Poderoso ha hecho grandes obras en mí».
Desde el comienzo de la historia, Dios tomó la iniciativa y anunció la llegada del Salvador, el que llevaría a término la victoria del bien y la derrota del mal. Y junto al anunciado Salvador aparece la mujer, su madre, asociada a esa victoria. San Pablo nos ha dicho cuáles son los planes de Dios: él nos ha elegido, nos ha destinado a ser hijos suyos, nos ha nombrado herederos de su reino, como hermanos de Cristo Jesús. Estamos celebrando con gozo la salvación que nos ha traído Jesús, pero reconocemos que la primera salvada por su Hijo fue su Madre, como lo hemos expresado en la primera oración de la Eucaristía: «Preparaste a tu Hijo una digna morada y en previsión de su muerte, preservaste a María de todo pecado».
Lo que estamos celebrando es el sí absoluto que Dios ha dicho a la humanidad, ya desde el principio, y ahora de modo más cercano en el misterio de la Inmaculada Concepción de María, porque ha sido «por pura iniciativa suya», como ha dicho Pablo. Pero también nos alegramos del sí que María de Nazaret supo dar a Dios de alguna manera en nombre de toda la humanidad. Es la respuesta de tanta gente, que a lo largo de la historia ha sabido decir, como ella: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). La Virgen María, la mujer creyente, una mujer sencilla de pueblo, una muchacha, novia y luego esposa de un humilde trabajador. Ella fue la elegida por Dios para ser la Madre del Mesías, y ella, desde su vida diaria, sencilla y pobre, supo decir sí al plan de Dios. Esto es lo que celebramos hoy, la fiesta de esta mujer y nos alegramos con ella.
Hoy es también nuestra fiesta, porque la Virgen María, es como diremos en el prefacio de acción de gracias, «comienzo e imagen de la Iglesia». Ella es la primera cristiana, la primera salvada y por tanto el primer miembro de la nueva comunidad de Jesús. María es la nueva Eva, y la podemos mirar como modelo de fe, motivo de esperanza, Madre de los vivientes, porque nos dio a Cristo, y ella misma acogió con gozo la salvación de su Hijo.
Mientras nos preparamos para acoger a Cristo en este Adviento con mayor profundidad en nuestras vidas, miramos hacia ella, y nos llenamos de confianza y de esperanza. Ella será la que nos enseñe y nos anime a vivir este tiempo de gracia. Proclamemos nuestra alabanza diciendo: «¡Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales!», porque en la Virgen María se han cumplido nuestras esperanzas más profundas y nos ha mostrado en ella cómo quiere actuar con nosotros y cómo quiere que respondamos en esta Navidad a su iniciativa de gracia y salvación.
Felicidades a todas las personas que hoy celebráis vuestro santo, os confiamos a la protección de nuestra Madre Inmaculada.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

