Homilía en el funeral del sacerdote Miguel Conesa

Homilía de Mons. José Manuel Lorca, Obispo de Cartagena, en el funeral del sacerdote Miguel Conesa, fallecido en el accidente de autobús de Bullas.

MISA FUNERAL DE DESPEDIDA DE

D. MIGUEL CONESA ANDÚGAR

Vicario General y de Zona, sacerdotes y religiosos. Seminaristas.

Excmo. Sr. Presidente de la Comunidad Autónoma,

Excmo. Sr. Alcalde de Murcia y Corporación Municipal

Excmo. Sr. Delegado del Gobierno

Ilmos. Concejales del Excmo. Ayuntamiento de Bullas

Excmas. e Ilmas autoridades,

Queridos familiares de Miguel: Salvador y Aurora, padres de Miguel; hermano y abuelo…

Queridos paisanos de Espinardo,

Hermanos todos en el Señor,

Queridos hermanos,

No es fácil en este momento tratar de consolar cuando uno también tiene el corazón roto, cuando estás contemplando a tu alrededor la dramática situación que ha dejado este golpe seco. Han sido horas dramáticas que han sembrado de angustia y lágrimas nuestras vidas. Me siento unido a vosotros compartiendo vuestra angustia, confiando e implorando a Dios por el descanso eterno de las víctimas y por la pronta recuperación de los heridos, y especialmente pedimos a Dios nos conceda el aliento y el valor de continuar, hasta encontrar la esperanza y el consuelo.

Son de agradecer todas las muestras de solidaridad recibidas, a nivel personal y desde tantas instancias e instituciones. Quiero destacar especialmente la condolencia y cercanía del Santo Padre, el Papa Francisco; la del Presidente de la CEE y las de muchísimos obispos de España, que se han hecho eco de esta tragedia y se han unido a nuestras súplicas. También la de los sacerdotes murcianos que están en las misiones y que se sumaban a nuestra celebración con sus comunidades, desde Nigeria, Zimbabwe, Japón, Mozambique, Honduras, Bolivia, etc.; y las religiosas de clausura…

La condición de creyentes nos acerca al corazón de Dios porque encontramos en él el amparo que necesitamos ante las dificultades. Durante horas hemos estado pidiendo auxilio a lo alto, porque hemos pasado largas horas agarrados a la esperanza, a un hilo de vida e invocando a Dios. La noche del accidente, junto al dolor, sabe el Sr. Delegado del Gobierno y el Coronel de la Guardia Civil, cómo le pedía que me informasen acerca del sacerdote, cómo respirábamos ante las noticias que nos daban esperanza… allí mismo, veíamos cómo tantos hombres y mujeres luchaban contra los elementos, agarrados sólo a este pensamiento: salvarles, rescatarles, hacerles visible la vida, en medio de una noche negra y pensando en los que esperaban, con los ojos cerrados y puños apretados, para que nadie les arrebatase el anhelo y la certeza de abrazar a los que estaban esperando. Y Miguel en mi pensamiento, hasta que me llegó la noticia, rezando en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Bullas, junto a los que se unieron para interceder ante el Señor. Y Miguel partió hacia la casa del Padre.

Vosotros, queridos familiares y padres os habéis quedado sin un hijo, nosotros, los sacerdotes, sin un hermano. Pero muchísima gente se ha quedado sin un padre, porque su labor, en silencio, fue inmensa. Su sonrisa y dulzura de carácter abrió muchos corazones; su celo pastoral no conocía fronteras. Su lema era nítido: por un alma que me necesite voy al fin del mundo. Un sacerdote de los pies a la cabeza, un ejemplo para nosotros. Esto era característico de su ser, lo pude comprobar el tiempo que estuvo conmigo como coadjutor en la parroquia de San Miguel de Murcia. Miguel bebió en la fuente de una espiritualidad muy honda y aprendió con ventaja de nuestro muy querido Don Dámaso, que gozaba de fama de santidad.

Esta mañana les decía a sus feligreses de la parroquia de la Virgen del Rosario, a los hombres y mujeres de Bullas, que han vivido horas amargas, que «la persona de fe no se queda en estas circunstancias en la trágica historia, sino que recurre a su memoria, recurre a su experiencia y da el salto a la fe y vosotros, queridos hermanos, habéis recurrido con fuerza a quien sabíais que no os iba a defraudar: ¡A la Virgen de Rosario! Hemos acudido a ella, a la Patrona muy amada, porque sabemos que el más duro calvario se torna en su mirada, la gloria del Tabor. ¿No decís en el himno, así te canta Bullas y reza tu rosario?», por eso les invité a hacer valer esas palabras ahora, hagámosla valer y recordemos que a Dios no se le acaba su misericordia, al contrario, se renueva cada mañana. Debemos decir en voz alta, ¡Esperaré en el Señor! El Señor es bueno para quien espera en él, para quien lo busca de corazón.

Miguel era del Santísimo Cristo de la Salud, patrono de Espinardo, y también lo era especialmente de la Virgen del Carmen. Ellos eran sus dos tesoros. En su paso por esta vida, aunque breve, ha dejado muchas señales y todas conducen a Dios. Cristo, Faro, Luz y Vida, estaba muy hondo en su ser, y su afán era predicar a Cristo. De la Santísima Virgen le apasionaba verla junto a la cruz de Jesús, en actitud de servicio, acompañando al Salvador, viviendo la fortaleza de la fe y sintiéndola como Madre. Su modelo más importante. Don Miguel ha sido un joven sacerdote de 36 años, sencillo, directo, entregado, amable, atento, servicial, sacrificado… sólo Dios sabe lo que esta criatura llevaba para adelante y el bien que estaba haciendo a tantísimas personas, de una manera callada.

Escuchemos a Dios en lo hondo de nuestro corazón y recordemos lo que nos dijo el Señor: «Yo he vencido a la muerte». Agarraos a la fe que nos enseña el camino de la vida y haced lo que hizo la Virgen María, ante la muerte trágica de su Hijo Jesús, guardar todo esto en el corazón, que ya se encargará el Señor, en su momento, de ayudaros a entender. Si Cristo ha vencido a lo que nos asusta y nos da la vida eterna… ¡mucho ánimo! ¡Seguid caminando y seguid confiando!

Queridos padres y familiares, no estaréis solos en esta aventura, los seres queridos que os rodean están aquí, han venido para que sintáis su calor, su presencia, para deciros que están dispuestos a caminar con vosotros, a sacrificarse por vosotros, para que no os falte nada. Yo os traigo también el sentir de un pueblo que está volcado con vuestro hijo, el sentir de Bullas y sus gentes. Entre nosotros están representantes del Ayuntamiento y un grupo numeroso de personas que han venido de Bullas a traeros su afecto.

Repito lo que he dicho esta mañana: Mis condolencias a todos vosotros, queridos familiares. Creo interpretar los sentimientos de todos con mi agradecimiento a todos los que han participado en las labores de rescate: bomberos, Guardia Civil, Protección Civil, Policías nacionales y locales, Cruz Roja, psicólogos… también a tantos sanitarios que han intervenido: médicos, enfermeros, auxiliares, ambulancias; mi sincero agradecimiento a las autoridades locales, regionales y nacionales y a todos los que se han hecho presentes con sus condolencias. Agradecido a la labor de los medios de comunicación que habéis respetado el dolor, a la vez que habéis cumplido con el deber de la información. Dios les pague sus esfuerzos. Que la Virgen Santísima les ayude y proteja siempre.

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