Escrito de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, en el XIV Domingo del tiempo Ordinario.
Enviados a la misión de dar la Paz
XIV Domingo. Ordinario. C. 2016
El Evangelio de este domingo recoge un elenco de observaciones que el Señor pide a los que ha ido llamando para la misión. El evangelista narra con exquisito cuidado cómo el mismo Jesús fue el que designó a los setenta y dos y los envió a predicar con unos criterios muy sencillos de comprender, pero exigentes: poneos en camino, no llevéis nada, cuando entréis en las casas dad la paz, quedaos en la misma casa… Todo está apuntando hacia una dirección, el interés que tiene el Señor de formar bien a sus mensajeros. En esta escuela tan especial se observa el cuidado y el respeto por cada persona, por todos los que se van a encontrar en el camino, para que puedan ayudarles a conocer más y mejor a Dios y les muestren las puertas abiertas del corazón misericordioso del Padre. Para todo esto los está preparando, para una tarea esencial, donde va en juego la vida de la humanidad. Los discípulos saben que están en camino, que conocen a dónde van y experimentarán, por una parte, cómo la gente, dentro de su bullicio y alocada precipitación, les abrirá paso, por el mero hecho de ser discípulos del Señor; otros, por el contrario, les perseguirán… Pero saldrán de todos los peligros, porque les acompaña la fuerza de Dios, que les envía. Leído con atención, de este Evangelio sobresale especialmente la iniciativa divina, es Dios quien lleva la historia.
El Maestro les ha presentado una realidad que precisa ser reorientada, una situación urgente: “La mies es mucha y los trabajadores pocos”, hay que hacer mucho y son pocos los que están dispuestos. Cristo les anima para una tarea apasionante, les ha abierto los ojos para que vean que la angustia y la desesperación están invadiendo a mucha gente que anda desorientada y vacía… La descripción es muy realista, los manda como corderos en medio de lobos. Por eso les urge para que se pongan en camino, para que inviten a todos los que se encuentren a mirar al Creador, indicándoles cual es la solución de sus males: la oración, escuchar a Dios: “rogad al dueño de la mies”. Naturalmente que estos enviados en primer lugar, ya se han complicado la vida, porque van a ser testigos del amor de Dios y deben comenzar a desprenderse de todo lo innecesario y a repartir los dones de Dios a manos llenas a los hermanos, ellos son los portadores de un tesoro: “La paz a esta casa”. ¡Menudo regalo! Van con un poder especial, restablecer la paz de la gente que está dispuesta a escuchar al que viene de parte de Dios.
La invitación de Jesús a esta tarea llega hasta tu puerta y te pide generosidad para seguirle, salir a la misión para anunciar la Buena Noticia, pero tenemos que estar preparados, para ello, tener valentía y arrojo para no ir como derrotados a anunciar a Cristo. El Papa Francisco nos dice en Amoris Laetitia: “La tibieza, cualquier forma de relativismo, o un excesivo respeto a la hora de proponerlo, serían una falta de fidelidad al Evangelio y también una falta de amor de la Iglesia… Jesús espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente”. ¡Piénsalo y vamos!
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena