Elegidos para ser antorchas encendidas

Escrito de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, para el XV Domingo de Tiempo Ordinario.

Las palabras que se dijeron a sí mismos los discípulos de Emaús al conocer que fue el mismo Señor el que les acompañó y les explicó las Escrituras –»¿No ardía nuestro corazón…?»- nos sirven de punto de partida para escuchar esta semana la Palabra y poder dar explicación a la experiencia de ser enviados y comprobar que sí que arde nuestro corazón al oír su llamada para la alegría de la misión, para llevar el tesoro del Evangelio. Anunciar a Jesús no es una carga, sino una gracia, un regalo, porque es un privilegio encontrarte con el Señor, escucharle y ser su discípulo. La invitación de Dios no es a la comodidad, sino «al lío», como diría el Papa Francisco; es una llamada para que llevemos la certeza de la fe a un mundo que está plagado de dudas y de inseguridades, porque no conoce el Plan de Salvación de Nuestro Señor. Será una aventura difícil, porque el poder de las tinieblas querrá apagar la luz de la verdad, de la que eres portador, y tendrás que enfrentarte a esta situación desde la confianza en Dios, desde tus principios vitales, desde el convencimiento del origen divino de tu actividad profética; tendrás que recordar muchas veces que tu condición de discípulo no te viene porque la has heredado de tu familia, ni por el poder de tu «bolsillo», sino sólo porque Dios te ha llamado a ti, para que seas portador de su mensaje de salvación y de su amor misericordioso con poder y claridad, a pesar de las persecuciones. Dios te ha llamado para que des testimonio del amor de Dios.

La grandeza de Dios es tanta que no solo nos llama en esta etapa de nuestra vida para esta tarea, ya nos llamó a la vida y recibimos la filiación divina, la pertenencia a la Iglesia y el perdón de los pecados, por el Bautismo; también en ese preciso momento nos regaló poder hablar como profetas del gran amor que nos tiene. Muchas son sus llamadas, pero la más hermosa es a participar de su Ser infinito, de la vida eterna, por los méritos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Nos quiere tanto que nada nos pide a cambio, porque el que ama sabe que al amor se responde con amor. El Papa Francisco nos insiste mucho en esta tarea de anunciar, de ser discípulos y misioneros de esperanza, para que llevemos la Buena Noticia a las «periferias existenciales» y la primera periferia está en nuestra vida. Repasa dentro de ti, puede que encuentres zonas afectadas en tus pensamientos, en los afectos, en las motivaciones, en nuestros compromisos profesionales que no han sido «tocadas» por la gracia de la Buena Noticia, que no han sido iluminadas por la luz del Evangelio.

Un discípulo de verdad sabe que no puede echarse atrás cuando ha oído la voz de Dios y cuando ha recibido la fuerza del Espíritu Santo. El Papa Francisco explica en «La alegría del Evangelio» que quien ha sido llamado y elegido no puede cruzarse de brazos, necesita salir de sí y anunciar con «un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra». ¡Vayamos por el mundo como antorchas vivientes que reflejan el amor de Dios sobre nosotros, antorchas encendidas, para que todos puedan ver el rostro bello de Dios.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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