El Señor sostiene mi vida

Escrito de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, para el Domingo XXV del Tiempo Ordinario.

El domingo, el día del Señor, es el día más señalado de la identidad cristiana, porque es la fiesta por el triunfo de Jesús en la Resurrección. El domingo es el día de la nueva creación, el día que anuncia la eternidad, el día de Cristo-luz, el día del don del Espíritu, el día de la fe. El documento de San Juan Pablo II, llamado Dies Dómini, nos deja una definición preciosa de lo que significa el domingo para el cristiano: «El cristiano se siente en cierto modo solidario con los otros hombres en gozar del día de reposo semanal; pero, al mismo tiempo, tiene viva conciencia de la novedad y originalidad del domingo, día en el que está llamado a celebrar la salvación suya y de toda la humanidad». En la Misa dominical está la clave para vivir cerca de Dios, en el encuentro con el Señor y con los hermanos. El domingo nos veremos en la Eucaristía.

Con renovada actualidad resonarán también en la Eucaristía aquellas «incomprensibles» palabras para el mundo, cuando Jesús dice a sus discípulos que «El Hijo del Hombre va a ser entregado… que el que quiera ser el primero que sea el último, el servidor de todos» (Mc. 9, 26-39). Para los criterios del mundo estas palabras son desconcertantes, pero son la clave del anuncio de Jesús, cuando les explica a los discípulos que no busquen honores y privilegios, como estaban haciendo a ocultas, que la primacía en la Iglesia está en el servicio, en saber salir siempre de las persecuciones, de las tentaciones de la división, de las burlas de los enemigos. Ha sido el mismo Jesús quien nos ha dado ejemplo para permanecer en la voluntad del Padre. A nosotros nos invita a confiar y a permanecer en Dios, porque sólo el Señor sostiene nuestra vida.

¡Qué regalo más grande hemos recibido en la Eucaristía! Salimos del templo sabiendo que el que se deje llevar de Dios, de su Palabra y de su sabiduría, saldrá fortalecido en el amor, para la justicia y para la paz, estos son frutos de vida. Además del regalo de la Palabra, el que ha estado en condiciones de comulgar, ha recibido el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios. ¡Qué regalo más grande nos has hecho, Señor! No te has reservado nada para ti, te has entregado del todo a nosotros, como leemos en el Evangelio de San Juan: «El Pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Jn 6, 51), mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él» (Jn 6, 55-56).

Pidamos al Señor que salga al encuentro de los sometidos a prueba, de los que se sienten perseguidos por creer en Dios, de los engañados por el demonio que les hace creer que son dioses; que nos libere de nuestros orgullos, egoísmos, autosuficiencia… y nos conceda ser como Él, desprendidos, entregados, al servicio de los demás por amor, haciéndonos los últimos de todos, al servicio de todos, especialmente de los más pobres y necesitados.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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