El Espíritu es el mejor don del Resucitado

Solemnidad de Pentecostés. A. 23

Dios habla todas las lenguas. El efecto que produce la venida del Espíritu Santo sobre
los discípulos, según el libro de los Hechos de los Apóstoles, deja perplejos a los
oyentes: todos, sea cual sea su lengua, pueden oír la proclamación de «las maravillas de
Dios». El Espíritu hace posible que el Evangelio sea comunicado a todo el mundo y que
cada uno lo reciba en su lengua, desde su realidad. El Evangelio se encarna, toma carne
humana concreta y lo reciben todos los hombres y mujeres, dondequiera que vivan, sea
cual sea su lengua y su cultura, así se ha hecho posible la proclamación de las
maravillas de Dios gracias al Espíritu.
Debemos ayudar a entender cómo el Espíritu es el mejor don del Resucitado, fruto
granado de su Pascua. El Espíritu que en el inicio del mundo llenó de vida, aleteando
sobre ellas, las aguas primordiales; el que actuó en el seno de la Virgen María e hizo
que su Hijo fuera el Mesías e Hijo de Dios; el que resucitó a Cristo de entre los muertos;
el que llenó de vida y cambió radicalmente a la primera comunidad apostólica en
Pentecostés (de cobarde y encerrada, a misionera y valiente). Es el mismo que hoy
quiere llevar a plenitud en cada uno de nosotros y en toda la Iglesia, incluso en toda la
humanidad y el cosmos, la obra salvadora de Cristo, la Pascua como proceso de
renovación y vida: haciéndonos madurar en la verdad, en el amor, en la energía de la
vida cristiana.
El Espíritu hace posible que las diferentes lenguas y culturas puedan dialogar. A la luz
de nuestra fe en Cristo muerto y resucitado que, con el Padre, nos envía su Espíritu, no
nos podemos quedar cerrados en nosotros mismos, Dios mismo nos ha puesto en
camino para dar a conocer su rostro de misericordia, de perdón y para vivir la
comunión. Se nos llama a no quedarnos cerrados, somos una familia, se nos llama a
anunciar la grandeza de Dios y su cercanía.
Es el Espíritu el que nos hace miembros de un solo cuerpo. Crea la comunión entre los
que son distintos. El mismo apóstol san Pablo nos dice cómo el Espíritu es incluso
creador de diversidad: «Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu». Los
bautizados formamos un solo cuerpo: «Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos
miembros… así es también Cristo». Esta es la fe que confesamos. Pero nos podemos
preguntar si nuestras actitudes y prácticas responden a ello. Es evidente que en la Iglesia
hay comunión, pero también lo es que no hay la que Jesús pedía al Padre: «Que todos
sean uno», por eso debemos revisar nuestra entrega al proyecto de Nuestro Señor. En
Pentecostés se nos llama a abrirnos más a la acción del Espíritu, en sinodalidad, para la
misión y en corresponsabilidad. En esta solemnidad tenemos que revisar, bajo su luz,
nuestras actitudes en medio de la comunidad concreta, dónde y cómo vivimos la fe.
La fiesta de este domingo nos hace caer en la cuenta de que el Espíritu nos es dado a
«todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres». La unción del Espíritu nos hace ser
como Él, nos hace partícipes de su misión. Se nos envía para anunciar el Evangelio a los

pobres y necesitados, a dejarmos llevar por el Espíritu que nos envía. Ojalá que este
Pentecostés sea un nuevo envío. Que el Espíritu que hoy nos ha reunido en esta
celebración nos alimente con su Palabra y la Eucaristía, de manera que nos fortalezca
para ser sus testigos en medio de los hijos de Dios dispersos.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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