El Señor hace que germinen sueños

En la Misa dominical está la clave para vivir cerca de Dios, en el encuentro con el Señor y con los hermanos. En la Eucaristía vamos a encontrar la clave fundamental para seguir adelante con el ánimo renovado, con la alegría que espera Dios de nosotros, bastaría con escuchar con atención la primera lectura del libro de la Sabiduría para entender que, si nos alejamos del Señor la vida se transforma en caprichosa, egoísta, efímera y se reduce solo a lo terreno, se queda sin horizonte, lo más lejano serán las propias narices. En su carta, el apóstol Santiago va desgranando las consecuencias de una vida limitada al propio interés y nos pone en guardia contra los falsos maestros, contra los que van a lo suyo y no son capaces de descubrir la maravilla de saber hacer la voluntad de Dios. El que se busca a sí mismo, dice, se comporta de tal modo que crea desorden y turbación en los otros (cf. Sant 3,16). Está claro que, si nuestra vida es de creyentes, de oyentes de la Palabra, algo hay que hacer ante estas posturas ególatras, que crean discordia y división.

Acabamos de escuchar la Palabra del Señor y necesitamos poner en práctica el estilo de vida que Él nos propone: dejarnos llevar de su sabiduría, para salir fortalecidos en lo esencial, en el amor, en la justicia; abrir el corazón y servir como un hermano a sus hermanos y siendo obreros de la paz, a esto nos está convocando el Señor. Además del regalo de la Palabra, el que ha estado en condiciones de comulgar, ha recibido el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios, que es el regalo más grande que nos hace Dios. A esto estamos llamados, a no reservarnos nada para nosotros, a darnos del todo a los otros, como nos pide Jesús en el Evangelio: «El que quiera ser el primero que sea el último, el servidor de todos» (Mc. 9, 26-39). Para los criterios del mundo estas palabras son desconcertantes, pero son la clave del anuncio de Jesús, cuando les explica a los discípulos que no busquen honores y privilegios, como estaban haciendo a escondidas, que la primacía en la Iglesia está en el servicio, en saber salir siempre de las persecuciones, de las tentaciones de división, de las burlas de los enemigos. Ha sido el mismo Jesús quien nos ha dado ejemplo para permanecer en la voluntad del Padre. A nosotros nos invita a confiar y a permanecer en Dios, porque solo el Señor sostiene nuestra vida.

Este es el espíritu de la Iglesia, su esencia es vivir en comunión y en unidad y a esto nos está convocando el Papa Francisco, a la sinodalidad, a una Iglesia en salida, como Pueblo de Dios, como hermanos, desprendidos, entregados; al servicio de los demás por amor; haciéndonos los últimos de todos, al servicio de todos, especialmente de los más pobres y necesitados. El Santo Padre, en su invitación al Sínodo, nos convoca a «hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones y de fuerza a las manos».

Verdaderamente tenemos un futuro próximo apasionante, una llamada fuerte y determinante a renovar la comunión, la participación y la misión. Nos encomendamos a la Santísima Virgen María para que nos ayude en esta aventura.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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