El Dios de la Misericordia infinita

Escrito del Obispo de Cartagena, José Manuel Lorca Planes,  en el IV Domingo de Cuaresma.

El Dios de la Misericordia infinita

 IV Domingo de Cuaresma. C. 2016

 

Cerca ya de la Semana Santa se nos va desvelando el corazón de Dios, la Palabra está haciendo un trabajo de aproximación para que nos vaya quedando más nítido, para nuestra capacidad de comprensión, y fijar en nuestra memoria que Dios es infinitamente misericordioso, aunque nuestras ofensas sean muy grandes, aunque las haya hecho un hijo, con lo dramático que resultaría eso. Pero Dios perdonará siempre. Hoy pone Jesús un caso extremo y Dios perdona. Notemos que se pide una condición y en el ejemplo que pone el Señor se cumple: “me levantaré e iré a donde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc 15, 18). Con una sola palabra basta para ponerse en camino de conversión, manifestar la voluntad de cambiar de ruta, de ser conscientes de lo que implica acceder a Él. Jesús lo presenta de una manera contundente, pero sencilla, para acercarse al santuario de misericordia (Heb 4,16) sólo es posible a través de la puerta de la humildad y la sinceridad. El Papa Francisco lo ha expresado en la Bula de convocatoria al Año Jubilar de la Misericordia con estas palabras: “Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado”. La misericordia es el termómetro que nos mostrará hasta dónde es verdadera nuestra palabra y nuestra vida, si el amor, la ternura y la compasión, que decimos profesar se parece a la de Dios o no.

 

El Papa Francisco nos está llamando a la verdad, a ser sinceros para con Dios y responsables ante los hermanos, por eso insiste en que acudamos a Cristo Jesús, que sabe curar nuestras heridas y soledades con la medicina de la misericordia. En una celebración de la Eucaristía en Santa Marta les recordaba el Santo Padre a los fieles que “Dios perdona no con un decreto, sino con una caricia”. Precisamente esto es lo que escuchamos este domingo en el texto del Evangelio, la caricia de Dios, que a través de la sencillez del corazón, de la humildad y de la verdad de la que parte el hijo pródigo le hace ver que le recibe con las puertas abiertas, porque nunca han estado cerradas, porque le ha esperado todos los días para mostrarle con un abrazo su ternura y su perdón. El padre de la parábola no ocultaba la necesidad que sentía de estar cerca de su hijo, de recuperar su oveja perdida, por eso salía todos los días a los cruces de los caminos para buscarle. No existe otra explicación a este fenómeno, que la del amor que se manifiesta en el pensamiento continuo y que no desaparece con el tiempo, porque el amor de Dios es eterno.

 

Posiblemente hemos pensado muchas veces en esta parábola y habrá sido ocasión de muchas vueltas al Señor. Que esta experiencia nos ayude a hacer silencio de nuevo en nuestro interior para pensar otra vez en las nefastas consecuencias que lleva eso de ser heredero y preferir alejarnos del Padre. Guardemos en la memoria la acogida de Dios y vayamos pronto con humildad a recibir el Sacramento de la reconciliación. Dios volverá a cambiar nuestras lágrimas en alegrías, limpiará las llagas de nuestros pecados y nos vestirá de fiesta para el banquete.

 

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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