El Buen Pastor

Escrito de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, en el IV Domingo de Pascua.

Algunas de las consecuencias que nos apuntaba la Palabra de Dios del domingo pasado las vemos cumplidas en las figura de Pablo y Bernabé. La predicación de ellos les resultaba molesta a algunos judíos de Antioquía que se resistían a abrir y modelar su corazón y esto les producía celos, envidia, insultos y hasta persecuciones, favoreciendo los escraches contra Pablo y Bernabé, moviendo a la gente contra ellos. Los personajes que se enfrentaron a los que anunciaban el Kerygma se ponían nerviosos, porque su orgullo y la autosuficiencia les cegaban y no alcanzaban a ver la bondad de la predicación, se habían encerrado en estrechos horizontes y eran incapaces de ver la luz, se incapacitaron para escuchar. Pero Pablo y Bernabé habían tenido buena escuela, la del Buen Pastor.

El Evangelio de esta semana nos dice que Jesús es el Buen Pastor y las ovejas le escuchan y le siguen, aunque, por estar asegurada la libertad, algunos también cierran sus oídos. El modelo evangélico del buen pastor es el que tiene delante de sus ojos todos los días el sacerdote, que para esto lo ha llamado el Señor. Ser buen pastor lleva consigo saber entregar la vida como Jesús, que siempre es el punto de referencia, ya que es el modelo original. Cristo hizo de su vida una donación total según los designios salvíficos del Padre en el amor del Espíritu Santo. ¡Dichoso el que ha tenido la gracia, la sabiduría, la valentía de escuchar y acoger esta vocación determinante! El Señor sigue llamando para esta misión tan alta, que definía así el Beato Pablo VI: “Una vocación que ha trastornado los proyectos normales y seductores de la vida; que ha arrancado de la compañía de los seres queridos; que pide incluso la renuncia al amor conyugal, para exaltar una plenitud excepcional de amor por el Reino de los cielos, por la fe, es decir, por la caridad hacia los hermanos… y ha orientado toda la vida del sacerdote a dar la vida, a entregarla en la dramática aventura de seguir a Cristo”.

En este domingo debemos pedir a Dios por todos los sacerdotes, para que sean capaces de entregarse a la tarea evangelizadora con un corazón indiviso. No nos han tocado tiempos fáciles para cumplir con la tarea de pastores, a nadie le tocan tiempos fáciles, así que hay que dar la cara, ganarse a pulso, cada día, la fidelidad, aunque temiendo y temblando, pero en la confianza del que nos llamó, que es fiel. San Pablo advertía a los presbíteros de Éfeso a la vigilancia, a abrir los ojos: “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él se adquirió con la sangre de su propio Hijo… se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño…”. El sacerdote es llamado a ser pastor, según el estilo de Jesucristo; en su ministerio pastoral debe transparentar el amor a la Iglesia en todas las actividades, porque las ovejas no son suyas, sino de Cristo y el Señor le pedirá cuentas del amor que haya puesto en esta tarea, hasta dar la vida; sabe que tiene que dejar a un lado los protagonismos personales que rompan la unidad del rebaño. El pastoreo es un ejercicio de amor. El modelo de ser pastor lo tenemos en Jesucristo, que ha dado la vida por sus ovejas (Jn 21,18-19). El sacerdote se entrega a la misión evangelizadora sabiendo que no es el objetivo el pasarlo bien sino cumplir con el encargo del Señor: “¡Ay, de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!” (Ez 34).

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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