La Palabra que nos regala la Iglesia en este domingo nos va a sorprender nuevamente porque está cargada de la ternura y grandeza del corazón de Dios, porque su cercanía y exquisito cuidado lo podemos percibir inmediatamente. El salmista no puede contenerse y exclama: «Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza». No podía ser de otro modo, porque conociendo a Dios es imposible que algo o alguien le haga sombra. En la primera lectura se presenta la confesión de fe más antigua, es la oración que repiten los hebreos varias veces al día, ya que les hace recordar lo que es fundamental para la fe, que Dios es uno y que tenemos el deber de amarle con todo el corazón, con todo nuestro ser, con exclusividad. Conocer esto es la mejor medicina para vivir en paz, porque el Señor es el que sostiene nuestra vida, la fuerza que nos calma y serena.
Hemos escuchado cómo para el verdadero israelita no había dudas, estaba muy claro quién era Dios, «es solamente uno», de aquí que hiciera suya esta oración de «amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas», porque es lo que sentía en lo más hondo de su ser. El mandamiento es uno, pero tiene dos direcciones, la de Dios y la de los hermanos. Veamos cómo en el Antiguo Testamento también hablaba de las dos direcciones cuando pedía escuchar a Dios y a los otros. Bastaría aprender del testimonio de Jesús en su vida pública, su ejemplo es necesario para cada uno de nosotros: hacer siempre la voluntad del Padre, no apartarnos de su amor misericordioso y, por otra parte, ser capaces de dar la vida por los más necesitados. En esto consiste la evangelización, en palabras y con obras, con el testimonio.
Hoy no podemos salir del templo sin haber hecho el ejercicio de escuchar, de abrir el corazón a Dios, mostrándonos tal como somos, desde la verdad. Lo que nos falta será el coraje, la valentía para hablarle a los otros de este regalo, sin miedos al qué dirán, pero de eso se encargará el Espíritu Santo, que nos dará esa fuerza. Es posible que a alguien no le guste oíros decir que sois creyentes, pero qué le vamos a hacer, con decir la verdad no se ofende a nadie y es mejor definirse, dar signos, mostrar el sentido de la vida y decir a todos dónde está el centro de vuestra existencia, en Jesucristo.
En este mes hemos comenzado la labor de participar en la primera fase del Sínodo, donde se nos invita a contar nuestra experiencia de Pueblo de Dios, de familia, comunión y fraternidad. ¡Ojalá seamos capaces de llevar esta sabiduría a la gente que nos rodea! Comenzad por invitar a todos a acercarse a Jesús, para que sientan su voz y se estremezcan cuando les diga: «No estás lejos del reino de Dios». ¡Ojalá podáis iluminar la vida de vuestro prójimo y se encuentre con el Señor!
Que Dios os bendiga a todos, para que sepáis dejaros modelar por el Señor a su imagen y sea vuestro estilo de vida, como hizo Jesús, ir repartiendo la paz. Si de verdad Jesús es nuestro modelo, cuando le digamos a los demás que los queremos sabremos lo que necesitan y comenzaremos a sufrir sus penas. El amor es así de completo.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena