Escrito de Mons. Lorca Planes en el Segundo Domingo de Pascua.
En este domingo de la Divina Misericordia celebramos la fiesta de la victoria de Jesucristo, el regalo de la Pascua y el don de la paz que brota del corazón reconciliado con Dios y con los hermanos, a esto se le llama alegría, el gozo del perdón y de haber aprendido a perdonar. Ha sido Dios mismo el que nos ha hecho este regalo de la misericordia, «la más grande de las virtudes», dice el Papa Francisco, «ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias» (Evangelii gaudium, 37). «No hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande. Dios, por pura gracia, nos atrae para unirnos a sí» (cf. Ib., 112).
La Iglesia, que «escucha el clamor por la justicia» y quiere responder a él con todas sus fuerzas, nos convoca todos los días a que seamos lugar de misericordia gratuita para un mundo complicado y disperso, lleno de los nubarrones de nuestros pecados, que nos impiden ver con claridad la bondad de la verdad y del bien. El Papa ha explicado expresamente la razón, debemos «llevar la salvación de Dios a este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino» para que «pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio» (cf. Ib., 114).
Las soluciones están al alcance de nuestras manos, desde los más sencillos a los más sabios, esto no es nada complicado, porque sólo se necesita vivir el amor fraterno, el servicio humilde y generoso a la justicia, a la misericordia con el pobre…
Si Dios no se cansa nunca de perdonar, ¿por qué no nos fiamos y nos acercamos a Él? ¡Nos hace tanto bien volver cuando nos hemos perdido! ¡Ojalá tengas experiencia de haber sentido su misericordia!
La Iglesia tiene también muchos motivos para la alegría con las canonizaciones de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II y damos gracias a Dios por ello, porque los tendremos como intercesores ante el Altísimo y nos reforzarán en la fe, la esperanza y el amor. Han sido para nosotros verdaderos modelos de fe viva. ¡Qué regalo nos ha hecho el Señor con los dos nuevos santos! Ambos han destacado por ser hombres de paz, los dos con una gran vida interior, eso mismo fue lo que les caracterizó en su ministerio Petrino. Destacaron por su ejemplo de vida austera y desprendida. Baste con el testimonio que nos revelaba el Cardenal Sandri, que en el lecho de muerte de Juan Pablo II, no había ningún lujo a su alrededor, sólo la desnudez total de la persona.
Cuando termine la celebración de canonización, que presidirá el Papa, podremos decir: Santos Juan XXIII y Juan Pablo II, rogad por nosotros.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena