Día de la Sagrada Familia

Homilía de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, en el Día de la Sagrada Familia.

Santa Iglesia Catedral de Murcia

Murcia, 28 de diciembre 2014

Queridos sacerdotes,

Queridas familias,

Hermanos y hermanas,

He pedido que este año celebremos con énfasis el Día de la Sagrada Familia en las parroquias, para que llegase a cuantos más fieles mejor. Yo me siento muy feliz celebrando esta fiesta con vosotros en la Catedral, acogiendo a los más cercanos y agradeciendo vuestra presencia. ¡Cuantas gracias le doy a Nuestro Señor por esta oportunidad de celebrar la fe juntos, de sentirme cercano a todos vosotros y a la causa de la familia! Otros años hemos venido celebrando en Madrid, con familias de todos los rincones de España, el Día de la Familia, pero en esta ocasión lo hacemos en casa, con los de cerca. En cualquier caso, a lo que venimos es, principalmente, a darle gracias a Dios por este enorme regalo de la familia, que está en la base de nuestra sociedad y que soporta el peso del equilibrio de la misma. Es lo primero que vemos, su grandeza y su importancia, porque las dificultades no llaman a la puerta. El que haya coincidido la Sagrada Familia con el Día de los Santos Inocentes no quiere decir que nos olvidemos de tantos inocentes a los que no se les ha dado la oportunidad para nacer, pero no nos precipitemos en sacar conclusiones equivocadas, ya que todos sabemos poner las cosas en su sitio y desde luego, no será precisamente el cerrar los ojos ante los derechos, necesidades y carencias que tiene la familia y la vida en nuestra sociedad. ¡Hoy hemos venido aquí a celebrar, a dar gracias a decir en voz alta que somos felices porque valoramos este precioso regalo y que estamos dispuestos a seguir defendiéndolo siempre!

Nuestra convicción está definida, la tenemos clara, porque nos gusta cuidar lo que es importante: La familia es la primera escuela del amor, es el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y recibir amor, sin el cual el hombre no podría vivir y su vida carecería de sentido… En la carta pastoral os decía que la familia se convierte en generadora de la espiritualidad de la caridad que nos impulsa al amor verdadero, al respeto de la dignidad de todo ser humano, a la aceptación de uno mismo, a la entrega generosa por causa de Cristo y al servicio desinteresado buscando el bien común para todos.

La familia es uno de los regalos más bellos e importantes que hemos recibido de Dios. Son tantos bienes los que le reconocemos que no dejaríamos nunca de dar gracias: Dentro de la familia se recibe, se educa y se cuida la vida del hombre de un modo excelente; cada persona es valorada por sí misma prescindiendo de la utilidad que pueda reportar y presta un servicio valiosísimo a la sociedad: mediante el trabajo, la educación de los hijos, el cuidado de los mayores, las relaciones de convivencia, etc….

La familia cristiana está llamada a comprometerse, mediante su participación en la transformación de las realidades sociales que más directamente afectan a su identidad y a su función propia. ¡Cuánto bien podemos hacer si unimos fuerzas, si nos interesamos por abrirle paso a las posibilidades de la familia cristiana! Animo, pues, a las familias a relacionarse con otras familias cristianas, en los Movimientos o Asociaciones de la Iglesia, por razones espirituales y de apostolado, pero también os animo al compromiso social y caritativo, a la consolidación de familias saludables, a la participación en todos los ámbitos de la sociedad en los que puede uno ayudar a construir un mundo, según el corazón de Dios.

Los retos son muchos y muchos los frentes, se necesita trabajar por la defensa de los derechos de la familia, de las familias numerosas, de los temas de vivienda, educación, salud y enfermedad… y del bien común, según la doctrina social de la Iglesia; trabajar en la defensa de la dignidad del hombre, desde una moral que se ajuste a la verdad y a la justicia y hacerse presentes en la política, en los sindicatos, en los medios de comunicación social… en la defensa de la vida y ayudar a que ésta sea viable sin tapujos, con una política clara y decidida a favor de la vida. Llevar a todas las realidades de nuestra sociedad los incuestionables valores de una familia, cuyo vínculo es siempre el amor, que les hace crecer.

Reconocemos que hay mucho trabajo por hacer y muchos sufrimientos y daños que curar. No podemos desviar la mirada de la crisis cultural profunda que atraviesa la familia, que la convierte en una realidad herida y que necesita ser sanada. Las rupturas de matrimonios son fuente de dolor y sufrimiento para los cónyuges y especialmente para los hijos. Existen muchas personas rotas por el fracaso del matrimonio… Por esto, afirma el Papa Francisco: Los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos mutuamente a llevar las cargas (Gal 6, 2). También Jesús como buen samaritano unge con aceite y vino de misericordia a una familia dañada por estos sufrimientos para que de nuevo, y aún dolidos, sus miembros puedan salir adelante, aprendiendo y enseñando en la escuela de caridad. Por la importancia que tiene este precioso don de la familia estamos en condiciones de pedir a las instituciones públicas que favorezcan las condiciones mínimas para poder llevar a cabo esa tarea dotando de la tutela, ayuda y protección necesarias para la estabilidad y seguridad de las familias, que no se olviden de las familias y de la defensa de la vida en sus programas políticos y en los proyectos de servicio a la sociedad, que la familia no es un tema marginal, no es una cosa secundaria.

En la carta pastoral de este año os recordaba vuestra responsabilidad de testigos de la fe y de cómo estamos convencidos de la necesidad de que seáis los propios padres los que paséis la fe a los hijos, porque el hogar es la mejor escuela para ello. Y os hacía algunas preguntas comprometedoras, con la mirada al interior de vuestra familia, tales como estas: ¿Asistís a la Eucaristía los domingos? ¿Transmitís las verdades cristianas en vuestra familia? ¿Os preocupáis de la formación cristiana de vuestros hijos facilitándoles la catequesis y la clase de Religión? ¿Cuidáis los signos, como el de bendecir la mesa antes de comer? ¿Os santiguáis en el momento de salir a la calle o al emprender un viaje? Son costumbres y hábitos que nos indican la importancia de la tarea que os pide el Señor. En el mensaje de los obispos españoles para este día se recuerda que la verdad del Evangelio sobre el amor humano y la bondad y belleza de toda vida humana se convierte en fuente de alegría permanente. El mismo Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar .

Nadie en la comunidad eclesial puede desentenderse de esta misión. Todos hemos recibido una vocación al amor. Todos estamos llamados a ser testigos de un amor nuevo, de una gran alegría, que será el fermento de una cultura renovada, que pasa por la defensa del amor y de la vida como bienes básicos y comunes a la humanidad.

Que Dios os bendiga y os conceda la gracia de la alegría.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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(1) PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 67.

(2)Benedicto XVI, Discurso en la vigilia de Hyde Park (18.IX.2010).

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