¡Cristo ha resucitado!

Escrito del Obispo de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, para el Domingo de Resurrección.

¡Cristo ha resucitado!

Domingo de Resurrección. C. 2016

Domingo de Resurrección, ¿cómo contener la felicidad? Llevan los nazarenos las túnicas blancas, blancos turbantes, el calzón blanco y la Cruz triunfante… Los sudarios y las vendas por el suelo y Jesús, desde lo alto, sigue asegurándonos que nuestra meta está en el cielo. Nuestra esperanza no se ha acabado en su imagen de crucificado: ¡Jesús es el que ha vencido a la muerte y nos ha abierto la puerta de la Vida, es el Resucitado! Si no fuese así, vana sería nuestra predicación y vana nuestra fe (cf. 1 Co 15,14). La Resurrección fue la respuesta del Padre a la obediencia de Cristo, como recuerda la Carta a los Hebreos: «El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen» (Heb 5,7 9).

Los testimonios de este acontecimiento son tan inmediatos, que están vivos en la memoria de los testigos. San Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: «Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce» (1 Co 15, 3–4). La Resurrección es la confirmación de todo lo que Cristo mismo había enseñado, es el sello divino que ratifica sus palabras, Jesús lo anunció muchas veces, pero estamos tan distraídos… Él mismo había indicado a los discípulos y adversarios este signo definitivo de su verdad, también lo recuerda el ángel del sepulcro a las mujeres en la mañana del primer día después del sábado: «Ha resucitado, como lo había dicho» (Mt 28, 6). Sí, su victoria frente a la muerte es la noticia más grande de la historia de la humanidad, su triunfo da sentido a todas sus palabras y promesas, como Él mismo había proclamado: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24, 35; Mc 13, 31; Lc 21, 33). Nadie habría podido imaginar ni pretender una prueba más autorizada, más fuerte, más decisiva que la Resurrección de entre los muertos.

La liturgia de este tiempo pascual está llena de signos que nos anuncian el señorío de Cristo: El símbolo de la luz en el cirio pascual, nos ayudará a dejar la oscuridad de la muerte y pasar a la luz de la vida, a entender que la luz de Cristo vence a la oscuridad. El agua viva de la fuente pascual representa la fecundidad; en medio del desierto, edifica oasis de vida y, por medio del agua del Bautismo, el Señor nos regala la filiación divina. El canto del Aleluya en la liturgia pascual nos recuerda que la voz humana no sirve sólo para gritar o llorar, sino que también vale para cantar, porque el hombre es capaz de evocar las voces de la creación y transformarlas en armonía, bendiciendo a su Señor. Muchos son los signos que nos recordarán la victoria de Jesús: las vestiduras blancas, las flores y el incienso; rociar con agua, recordando el bautismo a la asamblea, las lecturas escogidas y la alegría y el gozo al que invita toda celebración. Estad seguros que «vuestra tristeza se convertirá en gozo», la promesa cumplida. ¡Cristo ha Resucitado! ¡Aleluya!

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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