Clausura del Año de la Misericordia

Homilía del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, con motivo de la Clausura del Año Jubilar

Excmo. Sr. Arzobispo emérito de Burgos, Mons. Gil Hellín.
Queridos hermanos sacerdotes, vicarios, arciprestes y párrocos.
Religiosos y religiosas, a todos los miembros de la vida consagrada.
Os saludo especialmente a todos los laicos, a todo el Pueblo de Dios, a los voluntarios de Cáritas, a los familiares de los seminaristas, que han celebrado el Día del Reservado.
Agradezco a la Parroquia de Puebla de Soto la generosidad de dejarnos la imagen de la Virgen de la Misericordia durante este año.

Esta celebración no puede tener otro motivo que la acción de gracias. Cada uno de nosotros elevamos nuestras manos al cielo para bendecir a Dios Nuestro Padre por la grandeza de su corazón, porque Él nos muestra su misericordia y su bondad. Cantemos con la Santísima Virgen María la grandeza del Corazón de Dios, reconozcamos porque mira nuestra humildad y sencillez. Os invito a glorificar a Nuestro Dios, defensor de los humildes: “Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas; me alegro y exulto contigo, y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo” (Sal. 9,2). La Iglesia nos ha regalado un año para acercarnos al corazón de Dios, para que contemplemos las obras que Dios hace por nosotros, por eso estamos hoy aquí, para dar gracias, porque los ojos del Señor “están puestos en quién lo teme, en los que esperan en su misericordia…con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” (Sal 33, 18. 21-22).

Tengamos palabras esta tarde para seguir adelante, caminando y confiando, como Iglesia que somos, en la fuerza del Espíritu. Son muchos los retos que se nos plantean todos los días, tanto a la humanidad, como a cualquiera de nosotros, pero hay que saber responder como hijos de Dios. La experiencia del Año Jubilar de la Misericordia nos ha valido para reforzarnos en Dios, en la fe, y volver a comenzar. Esto mismo fue el detonante que impulsó al evangelista Lucas para animar a la comunidad de la segunda generación cristiana; el evangelista había detectado una cierta dejadez y tendencia a la rutina, tentaciones de dejarlo todo, de dejarse llevar… Es decir, que habían perdido la tensión primera. ¿No os parece que tenemos el mismo problema dos mil años después? ¿Qué nos pasa que somos tan flojos en el compromiso? El evangelista está preocupado por eso y trata de ayudar a los hermanos. La solución que pensó él fue la de volver a evangelizar, porque aquellos hombres y mujeres tenían que escuchar de nuevo a los testigos, se sentía en la obligación de cuidar la interioridad de los cristianos de su época, porque los veía muy vacíos.

Somos conscientes que la Iglesia está librando muchas batallas para defender los derechos del ser humano, los derechos de la persona y por eso es de alabar la grandeza de tantos laicos con conciencia de hijos de Dios, que se entregan generosamente a esta aventura, como todos vosotros, los voluntarios de Cáritas, los agentes de pastoral que no os cansáis de anunciar a Cristo, los llamados a la misión, los que trabajáis con amor samaritano. La palabra de Dios de hoy nos advierte de que no tengamos miedo, aún a pesar de las persecuciones, que las hay.

En el corazón de la Iglesia, porque lo hemos aprendido de Jesucristo, está Dios y está el hombre; el amor a Dios y la caridad hacia los hermanos. El Papa Francisco nos ha dicho que no olvidemos estas dos direcciones, porque ambas van siempre juntas. Me llamaron mucho la atención las palabras de Fabrice Hadjadj, un filósofo francés, convertido al cristianismo en 1998. Escribía él en su reciente libro, “La suerte de haber nacido en nuestro tiempo”: “La Iglesia está en este mundo principalmente para revelar a Dios, cuando lo cierto es que su tarea se reduce cada vez más a preservar lo humano. Entraña esencialmente lo sobrenatural y se ve cada vez más llamada a defender la naturaleza. Es la presencia de lo Eterno y se convierte cada vez más en la garantía de lo temporal. Es el templo del Espíritu y se presenta cada vez más como la guardiana de la carne, del sexo, de la propia materia. Esta situación terrible en la que ya no hay nada que se considere obvio es una realidad espléndida, porque, así las cosas, sólo cabe que todo vuelva a empezar en Dios”.

Esta misma fue la intención de San Lucas, que todo vuelva a empezar desde Dios y en Dios. Esta es nuestra invitación y que nadie tema, porque volver el rostro a Cristo es fácil gracias a la guía de la Iglesia, la cual propone al hombre de todos los tiempos, amenazado por el mal y tentado de abandonar la fe, volver los ojos a Cristo muerto y resucitado, para poner en Él toda esperanza. Cristo es el que da luz a nuestros ojos, el que derrite el hielo de nuestros egoísmos y nos permite encontrarle a Él, cara a cara, como Camino, Verdad y Vida. ¡Abrid los ojos para verle en los hermanos! ¡Espabilad el oído para escuchar sus palabras de perdón y misericordia! ¡Dad el paso para seguirle sin condiciones!

Hoy quiero dar gracias por la oportunidad de haber participado en el Año de la Misericordia. Recordad que habéis venido de las 292 parroquias de la Diócesis para pasar por la Puerta Santa, especialmente en la peregrinación de las zonas pastorales; que han venido numerosos grupos de los movimientos y asociaciones; que han pasado por la Puerta Santa muchos ancianos de las residencias de mayores, también en las celebraciones en sus propias residencias. Fue un día memorable el jubileo de los internos en la prisión de Campos del Río; destacamos el jubileo en los centros de salud, el de las hermandades y cofradías, la celebración jubilar con los niños y escolares, con jóvenes y con las familias, etc. ¡Cuántos motivos de esperanza! ¡Cuántos han recibido los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía y cuántos han rezado por el Santo Padre, como se nos ha indicado para ganar las indulgencias! Demos gracias a Dios por este año, por este regalo.

Agradezco vuestra positiva respuesta de misericordia con el signo que nos propusimos, el de ayudar a una causa buena: ampliar la residencia de la Casa Cuna, donde ofrecemos un hogar a mujeres en dificultad, para que su embrazo sea viable, mientras acogemos a sus hijos en la guardería durante este periodo de tiempo. En la misma línea os agradezco vuestras generosas respuestas en este día de la Iglesia Diocesana con vuestras ayudas.

Que Dios os bendiga. Termina este año jubilar, pero dentro de un mes y medio comenzaremos otro Año Jubilar, el de Caravaca de la Cruz, donde contemplaremos a Cristo, Puerta de la Vida; durante el mismo, tendremos otra oportunidad para acercarnos al Corazón Misericordioso de Dios.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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