Homilía del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, en la Parroquia de San Juan de Ávila de Murcia.
Como un pastor vela por su rebaño (…), así velaré yo por mis ovejas. Las reuniré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas (Ez 34, 12), dice Dios a través del profeta.
Queridos hermanos sacerdotes,
La figura que resaltó el profeta Ezequiel está plenamente cumplida en Jesús, al que reconocemos como el Buen Pastor. Esta imagen se enriquece cuando la explica en su predicación San Pedro y resalta un matiz interesante. San Pedro llama a Jesús el Pastor supremo («archipoimen»), el Mayoral (cf. 1 P 5, 4), matizando la centralidad de Cristo en esta tarea, nuestro modelo y nuestro Señor, de tal manera que sólo se puede ser pastor del rebaño de Jesucristo por medio de Él y en la más íntima comunión con Él, sabiendo que seremos examinados del amor por Él. Precisamente esto es lo que se expresa en la Ordenación Sacerdotal: el sacerdote, mediante el sacramento del Orden, es insertado totalmente en Cristo para que, partiendo de Él y actuando con vistas a Él, realice el servicio del único Pastor, Jesús.
Cada año recordamos la figura de un sacerdote que predicó en Montilla, que su voz ha dado la vuelta al mundo, que ha sido un buen pastor, un maestro de santos y la Iglesia ha reconocido en él su condición de maestro haciéndolo Doctor. Damos gracias a Dios por el bien que San Juan de Ávila ha hecho a nuestros maestros, por lo que han aprendido de él y cómo, con sus palabras, han ido tocando el joven corazón de los seminaristas para prepararles a la entrega de sus vidas a Dios. Es el doctor de la Iglesia, el santo, el apóstol de Andalucía al que me encomiendo y os encomiendo, especialmente a vosotros, queridos hermanos que celebráis los veinticinco, cincuenta y sesenta años de vida sacerdotal. También estáis hoy en nuestra mirada, porque hemos venido a rezar con vosotros y por vosotros; hemos venido a dar gracias por vuestro ministerio de servicio, ejemplar a los ojos de Dios y de los hermanos. De lo que estamos seguros es de que tenéis acreditada una vida generosa de servicio y caridad.
Muchos años han pasado, pero nos volvemos a encontrar en esta fiesta de hermanos entonando un canto de alabanza por la figura de San Juan de Ávila en el que hemos visto a un hombre que incansablemente anunció a Cristo y como buen pastor dio su vida por las ovejas; las conoció y ellas le conocieron a él. San Juan de Ávila ha estado siempre al servicio de la Iglesia y de las almas con una humildad grande, pero aferrado a la verdad de Dios. Su doctrina y el testimonio de su vida han atravesado la frontera de los siglos.
Todavía está vivo el recuerdo de la maravillosa experiencia en la Diócesis de cuando nos visitaron sus reliquias. Vosotros lo hicisteis posible como protagonistas, las vigilias de oración con jóvenes y adultos, recepciones solemnes, de llevar las reliquias por las zonas pastorales con el regusto de haber estado junto a un santo grande. El bien que nos hizo fue enorme; pero si tengo que destacar una de esas experiencias, diré que la del Seminario fue especial, toda la noche estuvieron acompañadas las reliquias de San Juan de Ávila por los seminaristas en oración y alabanzas a Dios.
San Juan de Ávila nos sigue mostrando el camino hacia Jesús, por medio de sus escritos y por el testimonio de nuestras vidas:
1.- De él hemos aprendido que dar la vida tiene una conexión única con el Sacramento de la Eucaristía. Que la Eucaristía es para nosotros una escuela de vida, en la que aprendemos a entregar la nuestra. La vida no se da sólo en el momento de la muerte, sino que la damos día a día, estando a disposición del Señor para lo que necesite de mí en cada momento, aunque otras cosas me parezcan más bellas y más importantes. Dar la vida, no tomarla. Precisamente así experimentamos la libertad.
2.- De él hemos aprendido la importancia de conocer a las ovejas. Conocer es estar cercano, es saber de sus necesidades, preocuparse por todos…, un conocimiento que no vincula la persona a mí, sino que la dirección es hacia Jesús. El Papa Francisco nos está invitando en todo momento a parecernos al Señor, al Buen Pastor, que con un corazón libre y abierto, nos volquemos en hacer la voluntad de Dios y estar cercanos a los hombres. El testimonio que está dando Cáritas y otras instituciones, el testimonio de la caridad es un referente que nos dice que estamos en línea o no lo estamos.
3.- Al servicio de la unidad. La misión de Jesús concierne a toda la humanidad, y por eso la Iglesia abre sus puertas a la responsabilidad con respecto a toda la humanidad, para que reconozca a Dios, al Dios que por todos nosotros se encarnó, sufrió, murió y resucitó… Nuestro Señor Jesucristo. No podemos desentendernos de los hermanos que creen y viven en la Iglesia, de los que como piedras vivas la construyen, la edifican y sostienen, pero también nuestra atención está en los alejados y en los que buscan a Dios en el camino de la vida. La mejor predicación es el testimonio de la caridad.
4.- En el himno de San Juan de Ávila cantamos que tiene el coraje evangelizador de Pablo y es real esto, porque San Juan de Ávila tiene una confianza grande en Dios y predica la misericordia del Señor (2 Co 4, 1). Todo proviene de Dios (2 Co 5, 18), que lo capacitó (3, 6), por eso, lo que le urge y apremia es sentir sobre él el amor de Cristo, que murió por todos, para que vivamos para Cristo (2 Co 5, 14). El Resucitado irrumpe en su vida y quedó «apresado» por Cristo Jesús (Fil. 3, 12). Todo su ímpetu y toda su actividad evangelizadora arrancan de este hecho: de que él no es apóstol por voluntad propia, sino «por voluntad de Dios» (1 Cor.1,1; 2 Cor. 1,1; Ef. 1,1). Al coraje evangelizador hemos sido invitados este año con el objetivo de la CARIDAD. Agradezco sinceramente el interés mostrado en todos los temas de formación de nuestros hermanos, especialmente con las catequesis que se han elaborado, con mucho esfuerzo, y que han sido alabadas por muchos. De igual forma es de agradecer la celebración en Cartagena, donde vivimos una experiencia hermosa de caridad y unidad.
5.- Como Pedro y Juan, podría decir: «No puedo callar lo que he visto y oído» (He. 4,20). Este es un aspecto esencial en la vida de San Juan de Ávila: su amor apasionado a Cristo, porque Jesús lo amó primero a él, y se entregó por él y se fió de él al confiarle el ministerio del Evangelio. El amor a Cristo unificó toda su vida y actividad incansable. Y es que, como él mismo confiesa, le urgía, le impelía y le empujaba a evangelizar y a aconsejar a los que buscaban la luz de Dios.
6.- Destacamos de este santo su profundo sentido de la responsabilidad, puesto que tenía grabado en lo hondo de su ser la Palabra de Dios, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles (1 Cor. 4,2).
No puedo terminar sin la intercesión, tanto por los vivos como por los difuntos, ante las reliquias de San Juan de Ávila elevo oraciones por todos los sacerdotes, religiosos y religiosas, que han ofrecido sus vidas por el Reino de Cristo y están sirviendo a los hermanos en la Diócesis. También te pido que cuides a los seminaristas, porque han acogido la llamada del Señor; cuida a los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor, ayuda a todas las familias; fortalece a los seglares comprometidos en el apostolado y en el voluntariado de la caridad.
Bendice a los jóvenes que anhelan una sociedad nueva, para que su norte sea la verdad y la justicia. En tus manos pongo también a los niños que se merecen un mundo más pacífico y humano. No te olvides de los enfermos, de los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los inmigrantes, los desesperados y
los moribundos. Lleva también a Jesús los gritos de los necesitados. Concede a nuestras iglesi
as el don de la unidad y la comunión, la capacidad de escuchar la voz de Dios y la de los hermanos y que nunca nos desviemos del camino que nos lleva a Cristo Jesús, Nuestro Señor y Salvador.
No puede faltar en este día tan especial el recuerdo por los sacerdotes que han muerto en este curso pasado: D. Domingo López Marín, D. Antonio Pujante Molina, D. Miguel Conesa Andúgar, Mons. Javier Azagra Labiano, D. Juan Uribe de Cara, D. Clemente Lucio Guirao López, D. José María García García, D. Antonio Yelo Templado y D. Pedro Vives Zapata.
Que Dios os bendiga, que bendiga a esta Diócesis, para que apoyados en la intercesión de Nuestra Madre, la Virgen María, nos mantengamos fieles a la voluntad de Dios, incluso cuando estemos en el monte calvario, al pie de la cruz.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena