XV Domingo Tiempo Ordinario. B. 2021
La Palabra nos interpela a todos acerca de la identidad de nuestro ser cristianos y nos pide que aprendamos esta lección: hemos sido llamados por el Señor como evangelizadores. Esto ya lo sabemos, nos lo recordó san Pablo VI, cuando escribió en Evangelii nuntiandi, que la Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y que esta es depositaria de la Buena Nueva que debe ser anunciada, por eso se nos envía a evangelizar. La misión de la Iglesia es continuar la misión de Jesucristo. El Señor se entregó totalmente al anuncio de Reino, lo escuchamos en el Evangelio, tanto, que no tenía tiempo ni para comer. El responsable de la llamada es el Señor siempre y la respuesta del llamado no puede ser otra que comprometerse con todas sus fuerzas y todo su ser a este servicio. Es cierto que cada uno de nosotros, los llamados a esta hermosa tarea de la evangelización, nos podemos reconocer frágiles y débiles, pero no hay que temer, puesto que sabemos que el que nos sostiene es el Espíritu Santo, no para buscar nuestros intereses, sino los de Dios.
Anunciar a Jesús no es una carga, sino una gracia, un regalo, porque es un privilegio encontrarte con el Señor, escucharle y ser su discípulo. La invitación de Dios no es a la comodidad, sino «al lío», como diría el Papa Francisco; es una llamada para que llevemos la certeza de la fe a un mundo que está plagado de dudas y de inseguridades, porque no conoce el Plan de Salvación de Nuestro Señor. Será una aventura difícil, porque el poder de las tinieblas querrá apagar la luz de la verdad de la que eres portador y tendrás que enfrentarte a esta situación desde la confianza en Dios, desde tus principios vitales, desde el convencimiento del origen divino de tu actividad profética; tendrás que recordar muchas veces que tu condición de discípulo no te viene porque la has heredado de tu familia, ni por el poder de tu «bolsillo», sino solo porque Dios te ha llamado a ti, para que seas portador de su mensaje de salvación y de su amor misericordioso con poder y claridad, a pesar de las persecuciones. Dios te ha llamado para que des testimonio del amor de Dios.
Un discípulo de verdad sabe que no puede echarse atrás cuando ha oído la voz de Dios y cuando ha recibido la fuerza del Espíritu Santo. El Papa Francisco explica en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, que quien ha sido llamado y elegido no puede cruzarse de brazos, necesita salir de sí y anunciar con «un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra». Descubrir esto es importante, yo creo que es la clave para poder vivir nuestra naturaleza de cristianos, que se nos note que somos creyentes por dentro y por fuera, que sepamos iluminar la vida de los que nos rodean con la palabra y con el testimonio de nuestra vida y llevemos por todas partes el bello rostro de la fe.
K. Rahner decía: «El cristiano del futuro o será un místico o no será cristiano», es decir, lo que se nos pide es saber saborear el misterio de Dios, porque solo así, con la fuerza del Espíritu, podremos predicar, anunciar la belleza de la fe y la alegría de ser de Cristo. «Que el fuego del Evangelio arda dentro de vosotros, que reine en vosotros la alegría del Señor. Solo podréis ser mensajeros y multiplicadores de esta alegría llevándola a todos, especialmente a cuantos están tristes y afligidos», decía Benedicto XVI.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena