Caravaca acogió el sábado la peregrinación de la Vicaría de Cartagena, a la que se sumaron la UCAM y otras instituciones.
Son cerca de 1.400 los fieles que, el pasado sábado, participaron en la peregrinación de la Vicaría de Cartagena al Santuario de la Vera Cruz de Caravaca: familias, parroquias, jóvenes y distintos grupos que salieron al encuentro de la Sagrada Reliquia. Entre ellos había también peregrinos vestidos de época, con tocados, bombines y sombrillas, por haber acudido con la Asociación Cultural Modernistas de Cartagena de Levante; además de un numeroso grupo institucional de la UCAM.
Los peregrinos llegaron esa mañana a la Parroquia El Salvador de Caravaca, que acogió dos estaciones jubilares, e iniciaron desde allí el último tramo hacia el Santuario de la Vera Cruz. En la explanada, protegidos del sol con gorras, abanicos e incluso paraguas, participaron en la Misa del Peregrino que presidió el obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes.
El obispo recordó a los cartageneros que «el amor de Dios ha salido siempre a nuestro encuentro», porque «ha tenido misericordia y ha planteado una historia de salvación abriendo los caminos del perdón para todos». También invitó a «mirar a los ojos al Señor y decirle: “Cuenta conmigo para un mundo mejor, el que tú has empezado, en el silencio, la humildad y la sencillez, pero también en el perdón, la misericordia y el amor». Además, al término de la celebración, animó a los presentes a visitar la exposición The mystery man, que puede verse en la Antigua Iglesia de la Compañía de Jesús de Caravaca hasta el próximo 15 de julio, para «profundizar en lo vivido en la peregrinación y ver lo que realmente ha significado la pasión para Cristo».
Después de la Misa del Peregrino, tuvo lugar la bendición con la Vera Cruz y los fieles pasaron al interior del santuario para adorar la Sagrada Reliquia.
El vicario episcopal de la zona de Cartagena, José Abellán, destacaba que los peregrinos llegaron a Caravaca «expectantes, deseosos de encontrarse con el Señor», un encuentro que habían preparado con las catequesis para los peregrinos y también con el sacramento del Perdón. «La verdad es que el momento culminante de comulgar y recibir a Cristo vivo y resucitado, y el de besar el leño del madero en el que estuvo clavada la Salvación del mundo, realmente conmueven el corazón; sobre todo porque al dar ese beso uno puede confesar: “Señor, cuánto te tengo que agradecer, nadie me ha amado como tú”».
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