Testimonio vocacional de Alejandro Soriano, seminarista de primer curso del Seminario Misionero Redemptoris Mater.
Me llamo Alejandro, soy seminarista del Seminario Misionero e Internacional Redemptoris Mater de Murcia, en esta Diócesis de Cartagena, soy de Yecla y tengo 21 años.
Con motivo de la fiesta de San José, patrón de los seminarios, voy a exponer cómo sentí la vocación y mi experiencia de apenas un mes y medio de seminario que llevo hasta ahora.
Soy el primero de seis hermanos; en mi familia se me ha trasmitido la fe desde pequeño porque mis padres pertenecían al Camino Neocatecumenal y teníamos todas las semanas liturgias domésticas, donde me hablaban de su experiencia del Señor. A los 7 años comencé a sufrir alopecia (esa enfermedad que produce la caída del cabello de todo el cuerpo), con lo que pasé de tener una vida normal a tener una vida totalmente diferente, en la que mis amigos del colegio me dejaban de lado cuando se me caía el pelo y, sin embargo, cuando sí tenía, todo volvía a la normalidad. Fue un tiempo muy duro, además, el tratamiento de mi enfermedad me producía grandes dolores, por lo que lo recuerdo como una época en la que sufrí mucho. A los catorce años hice las catequesis del Camino Neocatecumenal, y ya tuve mi propia comunidad, en la que he ido experimentando el amor de Dios, y que Él me ama tal y como soy.
En un encuentro vocacional del Camino Neocatecumenal en Alemania, preparatorio para jóvenes de toda Europa de la JMJ de Madrid (en 2011), sentí que Dios me llamaba a servirle a través del presbiterado. Pero desde ese momento mi vocación fue como una montaña rusa, porque igual estaba muy ilusionado, que tenía miedo de decirle que sí plenamente al Señor… Pero como el Señor insiste e insiste, llega ya un momento, y en mí ha sido durante estas Navidades, en que le dices que sí. En mi caso, ha ayudado un viaje que he realizado, junto a otros jóvenes, para conocer la misión de la Iglesia católica en China y viendo la situación que hay allí, donde los cristianos son perseguidos, tienen que esconderse, están permanentemente vigilados por la policía y el gobierno, y a pesar de todo, viven con alegría su fe, he visto la gran necesidad que hay de mostrar a Jesucristo a tantos millones de personas que no lo conocen, que no pueden experimentar su amor, y en mi corazón ha aparecido este deseo de servir al Señor y que sea a través del presbiterado, de poder anunciar el Evangelio y celebrar los sacramentos, donde Él diga, porque en todas partes hay necesidad de ello.
Actualmente llevo en el seminario sólo un mes y medio y estoy muy contento porque por fin he dado el paso y estoy tranquilo porque sé que la obra la lleva el Señor y no yo, que Él me acompañará en este camino que he iniciado. Confío también en la presencia y asistencia de la Santísima Virgen María, Madre de Jesús y Madre Nuestra.