Ayer se ordenaron cinco nuevos diáconos en la Diócesis, en una celebración presidida por el obispo de Cartagena.
Coincidiendo con el Domingo de Gaudete, la Diócesis de Cartagena celebró ayer la ordenación de cinco nuevos diáconos: Andrés Caballero Martínez, Felipe Carmelo Ferreres González, Antonio José Gil Gómez, Carlos Fabián Cabezas Pincheira y Rebin Zaki Habeeb Khorany. La ordenación, presidida por el obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, tuvo lugar en la Parroquia San Andrés y Santa María de la Arrixaca de Murcia.
En su homilía, el obispo recordó que estamos «entrando en el corazón del Adviento», un tiempo donde se nos pide tomar conciencia de que somos capaces de una verdadera conversión y, con ella, de «cambiar este mundo». Una «grandeza» que todos estamos llamados a comunicar, especialmente los nuevos diáconos: «Vais a ser testigos. Ordenarse diáconos, y más tarde presbíteros, es un regalo del cielo; pero no es un adorno personal. Os ordenáis para servir, para santificar, para ofrecer vuestras vidas al santo pueblo de Dios».
Mons. Lorca Planes insistió, además, en que no perdieran la capacidad de sorprenderse ante la grandeza de Dios: «Vuestra tarea será ayudar a todos los hermanos, decirles que despierten, que el Señor está vivo y puede sorprenderles de nuevo». Una tarea que llevarán a cabo en el destino que se les designe, esté o no en la Diócesis, «porque uno no se ordena para sí mismo, sino para la Iglesia y el mundo». Para terminar, el obispo invitó a los fieles que participaban en la celebración a responder también ellos a la llamada del Señor desde sus distintas vocaciones y circunstancias: «Dios no nos llama a nada extraño; nos llama al amor, a entregar la vida generosamente y a predicar el reino».
Al término de la homilía, los candidatos al diaconado prometieron obediencia a Mons. Lorca Planes y a sus sucesores, para postrarse después en el suelo durante la letanía de los santos. Concluida la letanía, con la imposición de manos y la plegaria de ordenación, los cinco jóvenes fueron ordenados diáconos por el obispo y revestidos con la estola cruzada y la dalmática. También recibieron las Sagradas Escrituras. Por último, como símbolo de acogida, sellaron el rito de ordenación con el abrazo del obispo, así como de los demás diáconos.
Los cinco diáconos, una vez ordenados, se incorporaron al altar para servir en la celebración de la Eucaristía desde su nuevo ministerio.
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