Libro: “Filosofía, ética y pensamiento psicosocial hispanoamericano en diálogo cultural hacia el humanismo con la educación” por Agustín Ortega Cabrera – Agosto 2021

Etica hispanoamerica

 

FILOSOFÍA, ÉTICA Y PENSAMIENTO PSICOSOCIAL HISPANOAMERICANO EN DIALOGO CULTURAL HACIA EL HUMANISMO CON LA EDUCACIÓN

Agustín Ortega Cabrera

Etica hispanoamerica

Este nuevo libro nace de mi actividad docente e investigadora, que he estado realizando en diversas universidades e instituciones académicas iberoamericanas. Tratado de exponer un humanismo ético, social y espiritual (integral) en el horizonte de la fe católica y su teología. Tal como, por ejemplo, nos muestra las corrientes de filosofía y del pensamiento del humanismo, del personalismo comunitario o el de ámbito hispanoamericano; con esos pioneros como son la escuela de Salamanca, autores tan significativos como E. Mounier y el mismo K. Wojtyla, antes de que llegara al ministerio petrino, o J. C. Scannone, que fuera formador e íntimo colaborador del Papa Francisco. Y, como veremos, este humanismo y personalismo tiene esa afinidad con el magisterio, ya como Papa, de San Juan Pablo II, Benedicto XVI II y de Francisco. Estos humanismos han aportado mucho y bueno a la filosofía, al pensamiento y a la teología, a la fe e iglesia con su magisterio. Así se muestra, de forma tan luminosa, en el Concilio Vaticano II.

Ninguna filosofía ni teología es perfecta. en este sentido, este pensamiento personalista e iberoamericano puede tener sus carencias o límites que habrá que ser precisados, con una actualización y profundización siempre constante en la historia de la cultura. Más, como ha sido estudiado hasta la saciedad por todo tipo de autores o estudios e investigaciones, es innegable la contribución, tan fecunda e importante, que el personalismo y el humanismo como el latinoamericano: han hecho en todos estos ámbitos del pensamiento y de la fe; como ha desarrollado el magisterio de la iglesia con los Papas y vamos a presentar, por ejemplo, en el campo de la ética, la moral y del pensamiento socia, de misma la doctrina social de la iglesia.

El humanismo personalista y latinoamericano supone toda una renovación antropológica, social y ética del pensamiento, de la cultura y del mundo. Siguiendo a lo más valioso del humanismo filosófico y cristiano-católico, pone a la persona como principio, centro y fin de toda la realidad humana, social e histórica. Es decir, toda ética, relación y estructura o sistema, (por ejemplo) en el campo del derecho o de la política y economía, debe estar al servicio de la vida y dignidad sagrada e inviolable del ser humano, con sus derechos y deberes. De esta forma, por su inspiración cristiana-católica, el personalismo junto al pensamiento iberoamericano está inspirado en lo más valioso del humanismo bíblico del Evangelio. Tal como se nos manifiesta en Jesús de Nazaret. Dios, revelado en Jesucristo, coloca siempre esta vida y dignidad de la persona, con sus necesidades vitales, por encima de cualquier ley o norma e institución, por más sagrada que se considere. “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc 2, 27-28).

En el Don (Gracia) de su Reino del amor y justicia liberadora con los pobres, Jesús ha venido para que tengamos vida fecunda, humanizadora, digna, plena y eterna (Jn 10, 10). Como afirma San Ireneo y actualiza San Oscar Mons. Romero, la Gloria de Dios es que el ser humano y el pobre vivan; ya que, como nos muestra la ciencia social o la misma teología, los pobres y las víctimas son los que mueren antes de tiempo, a los que se les niega el amor fraterno y la solidaridad. A los pobres se les aplasta su vida, dignidad y derechos. San Juan Pablo II nos enseña de forma muy bella que, “en realidad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama también cristianismo” (RH 10). Como nos sigue transmitiendo el mismo Papa (SRS 40), a la luz de la fe, esta vida y dignidad del ser humano se entraña en el mismo Dios Trinitario. La persona es imagen e hija del Dios Creador y Padre, ha sido salvada por su Hijo, Jesucristo Liberador, y es vivificada como templo por el Espíritu Santo.

Y es que todo este humanismo, con el personalismo o latinoamericano, nace como un pensamiento teórico y práctico (praxis), unido a la acción en el compromiso militante por la defensa de esta vida y dignidad de la persona. En oposición a los sistemas e ideologías que niegan a la persona. Sacrificándola a los ídolos del capital y del mercado, como impone el liberalismo economicista con el capitalismo, del estado o partido como hace el comunismo colectivista (colectivismo); o las idolatrías de la nación y raza, como perpetran los fascismos o nacionalismos sectarios y excluyentes. Todo este humanismo nos muestra un verdadero cambio transformador, en el que las personas, con sus comunidades o pueblos, y los pobres de la tierra son los sujetos protagonistas de su promoción liberadora e integral. Frente a todos estos totalitarismo e ideologías burguesas y elitistas. Los seres humanos no son objetos o cosas y que, por lo tanto, puedan ser sacrificados a estos falsos dioses e idolatrías del capital-mercado y de la riqueza (ser rico), del estado y del poder. Esos ídolos del poseer y tener, que van en contra del ser (vida y existencia en dignidad) de la persona.

En palabras de San Juan Pablo II, “la Encíclica del Papa Pablo VI señalaba esta diferencia, hoy tan frecuentemente acentuada, entre el «tener» y el «ser», que el Concilio Vaticano II había expresado con palabras precisas. «Tener» objetos y bienes no perfecciona de por sí al sujeto, si no contribuye a la maduración y enriquecimiento de su «ser», es decir, a la realización de la vocación humana como tal. Ciertamente, la diferencia entre «ser» y «tener», y el peligro inherente a una mera multiplicación o sustitución de cosas poseídas respecto al valor del «ser», no debe transformarse necesariamente en una antinomia. Una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios destinados originariamente a todos. Este es pues el cuadro: están aquéllos —los pocos que poseen mucho— que no llegan verdaderamente a «ser», porque, por una inversión de la jerarquía de los valores, se encuentran impedidos por el culto del «tener»; y están los otros —los muchos que poseen poco o nada— los cuales no consiguen realizar su vocación humana fundamental al carecer de los bienes indispensables. El mal no consiste en el «tener» como tal, sino en el poseer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen. Calidad y jerarquía que derivan de la subordinación de los bienes y de su disponibilidad al «ser» del hombre y a su verdadera vocación” (SRS 28).

Como se observa, desde estos humanismos como el personalismo e iberoamericano, se nos transmite una auténtica antropología y ética para la vida social e histórica. De esta forma, la persona es fruto del Don (Gracia) del amor y solidaridad del Otro, de Dios mismo para la fe, y de los otros. “Soy amado, luego existo”. Y, como es de bien nacido ser agradecido, esta Gracia de la vida y del amor nos lleva como personas a la inter-relación y encuentro con los otros; con el servicio al bien común, con el compromiso y militancia por la justicia liberadora con los pobres. Por tanto, desde dicho humanismo, se nos comunica una real condición (naturaleza) humana, lo que la tradición filosófica y teológica-ética con la iglesia denomina ley natural y moral. Es decir, el don (gracia) del amor, Dios mismo para la fe, nos constituye como seres humanos, seres personales, corporales, comunitarios, sociales, políticos y espirituales cuya vida y dignidad es sagrada e inviolable. Somos personas enraizadas y religadas en este don y realidad, lo real del otro y los Otros. Es esa comunión solidaria con Dios, con los otros en la justicia con los pobres y con la naturaleza-creación, con todo el cosmos, que visibiliza una ecología integral junto a un auténtico buen vivir; con la apertura a los principios, valores e ideales, a la espiritualidad y trascendencia, a la vida humanizadora, moral, mística, plena y eterna que culmina en la tierra nueva y los cielos nuevos.

Ninguna realidad, incluida la fe o religión y la espiritualidad con la Gracia de Dios, puede ir en contra de esta naturaleza humana y ecológica integral, oponerse a la vida, a la dignidad, corporalidad, sociabilidad y trascendencia (espiritualidad) del ser humano. Sería ir en contra de la ética, de la fe y la creación de Dios u oponerla a su historia de la salvación. Como nos transmitía E. Merino, primer consiliario de la HOAC, con claro sabor personalista: “lo que no es honrado no puede ser cristiano, una vida honrada las 24 horas al día en Gracia de Dios”. La ética y fe con la gracia no pueden ser contrarias a la vida, la felicidad y alegría de la persona. Por la Encarnación del Verbo en Cristo, la Gracia asume toda la vida, dignidad y humanidad de la persona para, lejos de negarla, llevarla a su plenitud. Tal como nos enseña todo lo anterior Santo Tomás de Aquino que, como se ha estudiado, con su humanismo espiritual e integral es uno de los pilares de todo este personalismo filosófico y teológico.

El humanismo nos trae la civilización del trabajo y de la pobreza, frente a la del capital y la riqueza. El capital, el beneficio y la ganancia, no está antes que el trabajo vivo y humano. La vida digna del trabajador y la persona, con sus derechos como es un salario justo, está por encima del capital. Como afirma Juan Pablo II, “el mismo sistema económico y el proceso de producción redundan en provecho propio, cuando estos valores personales son plenamente respetados. Según el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, es primordialmente esta razón la que atestigua en favor de la propiedad privada de los mismos medios de producción. Si admitimos que algunos ponen fundados reparos al principio de la propiedad privada— y en nuestro tiempo somos incluso testigos de la introducción del sistema de la propiedad «socializada»— el argumento personalista sin embargo no pierde su fuerza, ni a nivel de principios ni a nivel práctico. Para ser racional y fructuosa, toda socialización de los medios de producción debe tomar en consideración este argumento. Hay que hacer todo lo posible para que el hombre, incluso dentro de este sistema, pueda conservar la conciencia de trabajar en «algo propio». En caso contrario, en todo el proceso económico surgen necesariamente daños incalculables; daños no sólo económicos, sino ante todo daños para el hombre” (Juan Pablo II, LE 15).

Como se observa, es una economía y trabajo que, con la propiedad, se pone al servicio de la vida y necesidades de las personas, promoviendo el destino universal de los bienes y, en forma solidaria, la socialización de esta propiedad. Fomentando así el desarrollo humano e integral, la mundialización de la fraternidad solidaria, de la paz y justicia socioambiental. Tal como nos transmite Benedicto XVI, “cuando se entiende la globalización de manera determinista, se pierden los criterios para valorarla y orientarla. Es una realidad humana y puede ser fruto de diversas corrientes culturales que han de ser sometidas a un discernimiento. La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Por tanto, hay que esforzarse incesantemente para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria” (CV 42).

Y como raíz de esta civilización del trabajo frente a la del capital, la de la pobreza contra la de la riqueza. Esto es, la vida de santidad y militancia en el amor fraterno, que se hace pobreza solidaria con la comunión de vida, de bienes y luchas pacificas por la justicia liberadora con los empobrecidos. En oposición a los ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia, frente a todos estos totalitarismos e individualismos burgueses. Y es que el pecado del egoísmo con la “codicia (el amor al dinero) es la raíz de todos los males” (1 Tim, 6, 10). Lo más valioso e importante de todo este humanismo, con el personalismo y pensamiento hispanoamericano junto a sus autores, es que hicieron vida su filosofía y pensamiento. Como medio para la paz y la justicia liberadora, lo llevaron la práctica, siendo testimonios de una existencia entregada a Dios y a los otros; con esa pobreza fraterna y solidaridad para la promoción y liberación integral de las personas, de los pueblos y los pobres de la tierra.

(Agosto 2021)

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