Fabrice Hadjadj
Por qué dar la vida a un mortal y otras lecciones
Madrid, Rialp, 2020
En la situación actual, debido a la rapidez con la que transmitimos los mensajes y gracias a la potencia de los múltiples cauces de información, es importante -ineludible- que, al menos, los profesionales de la enseñanza analicen detenidamente los conceptos y las palabras que, repetidos hasta la saciedad, encierran doctrinas y pautas de comportamientos.
Parto del supuesto de que la enseñanza, además de proporcionar informaciones, ha de ofrecer claves para interpretar los significados, para medir los valores y para descubrir los peligros de los objetos, de las actitudes y de las conductas. Aprender es, no lo olvidemos, adquirir las destrezas que facilitan la identificación de la verdad, de la belleza, de la bondad y, también, de la utilidad de las cosas y de las conductas.
Este libro, titulado Por qué dar la vida a un mortal y otras lecciones, trata de la vida de cada uno de nosotros en estos momentos de prisas, de agitación y de confusión. Analiza, de manera rigurosa, unas cuestiones de actualidad que los medios de comunicación repiten machaconamente y que, quizás, aceptamos sin tener en cuenta las consecuencias que puedan acarrear para la vida personal, familiar y social.
El autor explica con claridad y analiza con detalle un hecho que, a pesar de su obviedad, no se suelen advertir en las tareas docentes: que somos simultáneamente seres vegetales, animales y racionales. Como vegetales necesitamos de la tierra, del aire, del agua, del calor, del frío y del viento. Como animales, somos los encargados de la prolongación de la especie. Y, como racionales, somos los responsables y disponemos de la facultad y del poder de mejorar –“salvar”- la sociedad y el mundo, o de arruinarlo y destruirlo. Aunque nos parezca una contradicción, los avances científicos y tecnológicos actuales pueden ser instrumentos de curación y de vida, armas peligrosas y mortales.
A partir de estos conceptos, el autor profundiza en varios asuntos de candente actualidad como, por ejemplo, la alianza entre el progreso y las tecnologías, y señala la diferencia entre la “innovación” -que prescinde del pasado y conduce a la obsolescencia-, y la “renovación” -que asimila el pasado, lo transmite y lo ilumina con una nueva luz-. Además de distinguir con claridad las nociones de “progreso” y “desarrollo”, advierte cómo, por ejemplo, en la pornografía algunas cuestiones “esenciales ocultas” nos suelen pasar desapercibidas, y nos orienta para que profundicemos en los valores humanos más importantes. En mi opinión, su lectura detenida nos proporciona unos principios, unos criterios y unas pautas válidos para orientar la tarea docente y para ayudar a los alumnos con el fin de que, además de adquirir datos sobre la realidad en la que viven, adquieran el hábito de pensar, de analizar, de juzgar y de discernir el inmenso caudal de ese torrente de informaciones que reciben a través de los medios de comunicación y de las redes sociales.
José Antonio Hernández Guerrero