Mensaje del Obispo de Cádiz y Ceuta, Mons. Rafael Zornoza Boy.
Queridos amigos profesionales del mundo de la comunicación y fieles todos:
Nos encontramos hoy en una sociedad que podríamos denominar «con el alma cansada», pero cuando el hombre se encierra en una sociedad que está agotada y sin recursos espirituales se rompe pronto la fraternidad y se proporciona más pobreza a los demás. En este sentido el Papa Francisco indicó a los jóvenes en la reciente JMJ de Brasil que hay «dos páginas fundamentales» del Evangelio de San Mateo que pueden iluminar la vida radicalmente: las Bienaventuranzas (c. 5) y el pasaje en el que el Señor juzga a los hombres según lo que han hecho al prójimo (c. 25).
Dice el Señor que el rostro de Dios se manifiesta en la imagen que Dios ha puesto en medio del mundo, el hombre, de modo que, en la medida en la que yo le sirvo y le otorgo la dignidad que le corresponde, estoy adorando a Dios y puedo verlo y reconocerlo en mi forma de tratar a los demás. Como decía San Agustín: «para llegar a Dios hay que pasar por el hombre». Y eso significa comunicarse con él, encontrarnos de forma auténtica.
Esta cultura del encuentro supone tres actitudes básicas: escuchar, dialogar y abrirse. Pero nadie realiza este camino –que siempre supone un éxodo, salir de nosotros mismos– si no espera un bien. El gran bien de la comunicación está en el mismo hecho de comunicarse porque el hombre está hecho para la comunión y no hay comunión sin comunicación. Esto supone esperar de verdad lo que la otra persona puede aportarme con sus pensamientos y sentimientos. La comunicación digital hoy tiene una gran virtualidad: nos permite llegar a donde nunca antes habríamos pensado. Pero solamente habrá verdadera comunicación si nos damos a nosotros mismos. No solamente ideas, fotos o videos bonitos, sino poner nuestra persona en juego y recibir a los demás como son. Las redes, y en general Internet, suponen una gran oportunidad para ello, aunque también un peligro, el de aislarnos sólo en las opiniones que queremos escuchar y no realizar una auténtica comunicación, sino escondernos detrás de un perfil ideal que no muestra nuestro verdadero ser, hecho también de debilidades y deseos.
El Santo Padre nos invita a no tener miedo a entrar en este universo digital con unas actitudes muy precisas: Es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte. Este desafío requiere profundidad, atención a la vida, sensibilidad espiritual. Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas (Francisco, Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2014).
Os animo a todos, por tanto, a entrar de lleno en esta aventura del encuentro con los demás, de hacerse cercanos a ellos como Jesús lo ha hecho, y dejar que hoy el gran Predicador de la Buena Noticia –Él, que es la mejor Noticia en sí mismo- anuncie sin cesar el mensaje que urgentemente debe ser compartido.
Quiero animar también a todos los profesionales de la comunicación a entrar en esta dinámica de «buena prensa». Pido a Nuestro Señor que envíe muchas vocaciones a este noble oficio, llamando de entre nuestros jóvenes a muchos anunciadores de la verdad, constructores de la paz, que no por casualidad son llamados por Jesús «bienaventurados e hijos de Dios», que se formen seriamente –en primer lugar en las propias casas y luego en nuestras parroquias- en un sentido crítico sobre la información. Os invito a todos a orar por estos necesarios y valiosos cooperadores de la verdad (3 Jn, 8).
A todos, con el Santo Padre, os envío esta carta, recordando sus mismas palabras en el citado Mensaje para las comunicaciones del presente año:
Entre una Iglesia accidentada por salir a la calle y una Iglesia enferma de autoreferencialidad, prefiero sin duda la primera. Y las calles del mundo son el lugar donde la gente vive, donde es accesible efectiva y afectivamente. Entre estas calles también se encuentran las digitales, pobladas de humanidad, a menudo herida: hombres y mujeres que buscan una salvación o una esperanza. Gracias también a las redes, el mensaje cristiano puede viajar «hasta los confines de la tierra» (Ibidem).
Con mi afecto y bendición, os encomiendo a los grandes comunicadores San Pablo y San Francisco de Sales y también a nuestro nuevo santo y modelo de comunicación San Juan Pablo II.
+Rafael Zornoza Boy,
Obispo de Cádiz y Ceuta