Vacaciones…desconectar y conectar

Todo el mundo anhela la llegada de las vacaciones. Están asociadas en nuestra mente sobre todo al verano que ya está aquí, con sus playas y piscinas repletas, e infinidad de ofertas para desconectar. Se comprende que esté más que justificado como recuperación sana de los afanes del curso y del cansancio laboral. El descanso, si es después de un trabajo, es como la victoria que obtiene un luchador. Hay cierto arte en saber disfrutarlo, que es la forma en que uno pasa el tiempo.

Sucede, sin embargo, que no es conveniente una desconexión total. Hay muchas cosas valiosas que siguen mereciendo nuestra atención y hasta nos exigen un cuidado mayor. Incluso se podría decir que algunas de ellas forman parte de nuestra vacación y que estas “conexiones” colaboran a restaurarnos más. Por ejemplo, la familia y los amigos. ¿No son los verdaderos afectos los que dan mayor felicidad? Y ¿quién duda hoy del valor de un ocio activo y recreativo que, al tiempo que nos distrae, nos instruye y hace disfrutar? ¿No forma parte de nuestro tiempo mejor empleado hacer ejercicio o el deporte al que tenemos afición?

Nuestra relación con los demás ha de ocupar, pues, un lugar importante. Lo mejor es pensar en los demás, que es ejercitar la caridad, estar pendiente de hacer el bien compartiendo la convivencia y las aficiones, y todo lo que ayude a crecer en amistad. Siendo lógicos, el servicio está en la lógica del amor, el único que puede darnos felicidad. Hay que contar, por consiguiente, en entregarse a los próximos o extraños, a los de casa o los de más allá, haciendo lo previsto o siendo capaces de aventurarse en acciones donde pensemos más en dar que en recibir. En todo tiempo y lugar se puede hacer el bien y dedicarse a las buenas obras.

La amistad y la relación exige la conversación, dejar tiempo para hablar y para escuchar. Dios es nuestro primer interlocutor a quien descuidamos fácilmente por tantos trabajos, prisas y estrés. Este es el momento esperado de afianzar la oración, meditar la Palabra de Dios, escuchar, descansar dejándose amar, dejándose enamorar por Él. No dejes de ir a Misa y vívela con tranquilidad.

Necesitamos divertirnos, que quiere decir, volcarse hacia afuera de uno mismo, salir de la monotonía de las rutinas habituales de nuestros trabajos y obligaciones. Pero sin perder nuestro centro, sin disolver nuestra alma en el vacío, sin perderse a sí mismo ni a Dios. Es posible descansar saliendo de anteriores fatigas, dejando atrás los agobios, haciendo deporte o en la naturaleza, pero sin perder la paz ni el sosiego, sino, por el contrario, creciendo en lo que nos hace vivir, en lo que nos hace mejores, en cuanto nos humaniza a nosotros y a los demás. Es tiempo de saber acoger los bienes que nos da Dios y percibirle en nuestra vida. Este verano hay miles de personas haciendo el Camino de Santiago en este Año Santo Jubilar, y muchos otros que conozco en misiones, en voluntariados y en campos de verano, haciendo experiencias inolvidables y ayudando a los demás.

Quiera Dios que se llene de alegría nuestro espíritu y disfrutemos del merecido descanso. Lo será, sin duda, si es tiempo para nosotros y tiempo para Dios, si nos relacionamos con otros y descubrimos sus valores y necesidades, si cuidamos de nuestra salud espiritual, si con encuentros fraternos dedicamos más tiempo a la familia, a los amigos, sin descuidar a los necesitados ni dejar de hacer caridad. Procuremos vivir lo mejor de la vida, pero siempre de cara a la verdad, sin egoísmo ni mentira, sin el engaño de propuestas falsas que prometen pero no dan; vivir amando, pero con justicia y solidaridad, sin dejar de lado a Dios ni olvidar a los demás.

Pídele al Señor que bendiga tus vacaciones y que haga de ellas un tiempo fecundo para crecer, para encontrar lo perdido, para dejar agobios y prisas, para enterrar amarguras y ofensas pasadas, para oxigenar el cuerpo y el alma, para crecer en dignidad y belleza interior. Que por tu cuidado de los demás se note tu caridad cristiana y tu corazón universal. Déjate querer por Dios y no dejes de darle gracias por todo ni de rezar.

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