«Una sola familia humana, Alimentos para todos»

Carta Pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta, Mons. Rafael Zornoza Boy.

Queridos fieles de Cádiz y Ceuta:

Con motivo del lanzamiento de la campaña contra el hambre Alimentos para todos promovida por el Santo Padre y Caritas Internacionalis quiero invitaros a tomar como una prioridad la cuestión lacerante del hambre en el mundo que continúa siendo uno de los mayores escándalos del mundo actual (cf. Papa Benedicto XVI, Día mundial de la Alimentación, 2005).

Las 164 organizaciones miembros de Caritas Internationalis que trabajan en más de doscientos países y territorios de todo el mundo saben que existen alimentos suficientes para todos. No obstante, una persona de cada ocho no come todos los días lo necesario. De hecho, la forma como se producen, comercializan y distribuyen los alimentos no tiene en cuenta las necesidades de los más pobres. Se trata de una injusticia que podemos y debemos contribuir a cambiar.

El Espíritu Santo lo dice muy claramente a través del apóstol san Juan:

En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad (Jn 3, 16-18).

Nuestro Señor se ha significado y ha hecho suyos los intereses de los pobres, de los hambrientos y de todos los abandonados, hasta el punto de identificarse con ellos. «Porque tuve hambre y me disteis de comer» y «cuanto hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (cf. Mt. 25). ¡Cada persona que muere de hambre nos confronta con la agonía de Jesús en persona!

Deseo vivamente que esta campaña nos ofrezca, a nosotros los pastores, así como a todos cuantos colaboran con nosotros en esta obra de evangelización, ocasión de responder de manera renovada a la llamada del Buen Pastor, Nuestro Señor, que jamás se mostró ni indiferente ante cualquier angustia humana. Dio de comer pan a la multitud y mandó a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Jn 6,16). Así, con la palabra y la acción, cumplió la promesa que nadie más que el mismo Señor anunciara en el mensaje profético: «Ved que yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él» (Ezequiel 34,11).

La llamada que lanzo a todos nosotros con ocasión de esta campaña es como un eco de la exhortación del Beato Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del año dos mil : «Es, dijo, la hora de una nueva ‘imaginación de la caridad’ que se pondría de manifiesto no sólo mediante los auxilios repartidos con la mayor eficacia sino también en la capacidad de volverse prójimo, de solidarizarse con quienes sufren de forma que el gesto se sienta no como una limosna sino como un reparto fraterno. Para ello debemos obrar de suerte que, en todas las comunidades, los pobres se sientan ‘en su casa’. ¿No sería este estilo sino la presentación más grande y eficaz de la buena nueva del Reino?» (Novo Millenio Ineunte, n.50)

Esta nueva imaginación de la caridad, a la que he apelado directamente este curso en la programación pastoral de la diócesis, debe impulsarnos a adentrarnos más aún en los recursos de nuestra fe católica y de nuestra humanidad, para que nos comprometamos más resueltamente todavía, y demos fin a este escándalo. De este modo, con empeño, hagamos vida de nuevo el objetivo que nos propusimos a comienzo de curso: «¡Salgamos al encuentro de los pobres y necesitados!»

Lo esencial de estos recursos se encuentra en la oración, en particular la que el propio Señor nos enseñó, el Padre Nuestro, y sobre todo en la Eucaristía. Así pues deseo que la oración acompañe esta campaña para suscitar la conversión necesaria y nuevas iniciativas en nuestra diócesis, nuestras parroquias, nuestras comunidades cristianas y religiosas, nuestras escuelas, nuestras familias. El Señor nos ha enseñado a orar para pedir nuestro pan de cada día. Esta oración, si es verdadera, debe impulsarnos a compartir nuestro pan y a no seguir tolerando más que las personas que nos rodean se vean privadas de alimento. La oración cristiana no es de modo alguno una forma de evasión. Orar es ponerse a la altura de Dios, es acostumbrarse a hacer su voluntad. Orar es mirar a los demás con la compasión de Dios. La oración cristiana no soporta la ociosidad, al contrario. En verdad, rogar a Dios es prestar atención al hambre de todos los hombres y todas las mujeres de nuestro tiempo: hambre de pan, pero también hambre de justicia y dignidad para todos.

Que esta campaña nos ayude también a volver a descubrir el misterio de la Eucaristía y a profundizar en el mismo. El Señor nos dejó este memorial y quiso quedarse realmente presente en medio de nosotros bajo las señales de pan y de vino, algo revolucionario y transformador. Desde entonces, no podemos partir el pan eucarístico, llegar a ser comunidades que celebran la Eucaristía, sacramento de comunión y de alianza, sin compartir nuestra vida con Él y con nuestros hermanos, sin hacer todo cuanto podamos para devolver la dignidad de cuantos están privados de alimentos suficientes para sobrevivir. En efecto, la Eucaristía es la expresión por excelencia del amor compasivo, misericordioso y redentor de Dios. Vivir de la Eucaristía es una fuerza enorme para hacer que la opción preferencial por los pobres no sea un lejano ideal sino una un compromiso concreto en el que nos encontremos amando con realismo, comprometidos.

Por tanto, hago un llamamiento urgente a secundar esta campaña con acciones eficaces, significativas y profundas, que lleguen a cada persona, creyente y no creyente, y nos ayude así a evangelizar por medio del testimonio de la solidaridad, haciendo nuestras las inquietudes de muchos contemporáneos nuestros y a su vez activando lo mejor de nuestra sociedad en un trabajo común por los más necesitados.

¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros? En primer lugar abrir los ojos, los oídos y el corazón, para comprender las repercusiones del hambre en el mundo. Observar nuestra propia actitud con respecto a los alimentos, especialmente esta Cuaresma, qué ayuno tan agradable a Dios sería éste que nos lleva a la solidaridad. En segundo lugar unirnos a la «ola de oración» que está organizando Cáritas y participar activamente en la proliferación de actividades organizadas en este ámbito. Esperamos iniciativas en toda la diócesis que generan un gran río de solidaridad. Creamos en el poder de Dios, oremos y trabajemos.

Cristo cuenta con nosotros, no podemos mirar hacia otro lado frente a su llamada. Al que da con alegría Dios le ama (2 Cor 9,7). Si nos dejamos implicar por El nosotros y nuestras comunidades experimentaremos la gozosa alegría de darnos a los demás, de evangelizar. Alimentos para todos, por el derecho a la alimentación.

Con la expresión de mi comunión fraterna en el Señor,

+Rafael Zornoza Boy,

Obispo de Cádiz y Ceuta

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