Carta Pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta, D. Antonio Ceballos, con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Mis queridos diocesanos:
El día 2 de Febrero de 2009, festividad de la Presentación del Señor, conocida popularmente como “las candelas”, se viene celebrando por deseo del Papa Juan Pablo II, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
La celebración de esta fiesta es altamente significativa para la vida consagrada. El lema de este año reza así: “Si tu vida es Cristo, manifiéstalo” (Flp 1,21). Este lema está relacionado con el testimonio del apóstol San Pablo, cuyo Año Jubilar Paulino estamos celebrando en toda la cristiandad.
1. Volved los ojos hacia el apóstol San Pablo
La figura apostólica de San Pablo es una de las más entrañables y atrayentes para la vida consagrada en el seguimiento del Señor a través de los diversos carismas. El Papa Benedicto XVI nos recordaba cómo el apóstol era un hijo de la Iglesia y decía: “Pablo no es para nosotros una figura del pasado, que recordamos con veneración. Él es también nuestro maestro, apóstol y anunciador de Jesucristo también para nosotros” (Homilía del Papa en la apertura solemne del Año Paulino, 28 de junio de 2008). Él despierta en nosotros la llamada a la fidelidad en la vocación recibida.
2. La Vida consagrada, un don de Dios
La vida consagrada, el seguimiento radical del Señor, es siempre como una peregrinación en la fe, siguiendo las huellas y las marcas de Nuestro Señor Jesucristo. La vida consagrada es también don y respuesta. Es ante todo, don de Dios, pero es también respuesta humana bajo la acción de la gracia.
El don de Dios a Pablo y su respuesta son siempre paradigma de toda vida de especial consagración al Señor. San Pablo es el ejemplo sublime de lo que cualquier alma consagrada desearía ser. Él ha realizado de manera perfecta su vocación, con una entrega total a lo que Dios quería de Él. Su encuentro con el Señor en el camino de Damasco, le abrió los ojos y su vida quedó del todo cambiada para siempre. Sus palabras fueron lapidarias “¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?”
3. Crisis de vocaciones
La actual crisis de vocaciones a la vida religiosa revela la crisis de fe que atraviesa nuestra sociedad. El Papa ha puesto este año ante nuestros ojos al apóstol San Pablo en su peregrinación de la fe. Y es también desde la fe desde donde Pablo se ha entregado totalmente a la llamada del Señor. Sólo desde la fe se puede dar esa especie de salto en el vacío que supone seguir la llamada a la vida religiosa.
A nuestros jóvenes, que muchas veces parecen dudar y no se atreven a tomar compromisos definitivos, bien en la vida de matrimonio, bien en la vida religiosa, hay que proponerles como ejemplo la audacia de fe del apóstol San Pablo y su confianza total en el Señor: “Sé bien de quien me he fiado” (2Tm 1,12). El Señor realiza maravillas en la pequeñez de nuestras debilidades.
4. El despertar de nuevas vocaciones
Ojalá que este Año Jubilar Paulino tenga la eficacia de despertar de nuevo la fe en nuestras Comunidades, que a veces parecen adormecidas, y permitan el brotar de nuevas vocaciones a la vida consagrada, un florecimiento vocacional sincero, no espectacular, pero, si significativo, sería un claro síntoma de que se va dejando atrás el invierno, de que se va superando definitivamente los residuos de ciertas crisis postconciliares, que tal vez han sido permitidas por Dios para purificar a su Iglesia, aunque a nosotros no nos toca opinar sobre los planes de Dios, sino aceptarlos desde la fe.
5. Si tu vida es Cristo…..
Esta Jornada Mundial dedicada a la vida consagrada encuentra en San Pablo el perfil de alguien que ha entregado radicalmente su amor y su vida enteramente al Señor.
Para San Pablo el conocimiento progresivo de nuestro Señor Jesucristo lo es todo. Y él grita: “Todavía no estoy del todo vuelto a Jesús”. Este es el clamor de Pablo que tiene hoy una gran actualidad en toda la vida consagrada. Para el apóstol el conocimiento apasionado de Jesucristo lo es todo.
Considero que este Año Jubilar puede ser una magnífica ocasión para que todos los consagrados nos acerquemos a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y poder llegar a conocerle con la pasión con que lo hizo el apóstol San Pablo.
En este sentido os invito a contemplar el amor apasionado del corazón de San Pablo a Cristo, tal y como él lo manifiesta: “Para mí la vida es Cristo” (Flp 1,21), y hasta tal punto está identificado con Cristo que llegó a afirmar: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi” (Gál 2,20), y también: “Pero lo que era para mi ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él (…) y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos. No que lo tenga ya conseguido o que ya sea perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta (…) Hermanos míos sed imitadores míos…” (Flp 3,7-17).
6. Ya no sé, ya no quiero saber nada, sino conocer a Jesucristo
Siguiendo a San Pablo, Sor Isabel de la Trinidad grita: “Ya nada sé. Ya no quiero saber nada a no ser conocerle a él, participar de sus sufrimientos, morir su misma muerte” (cf. Flp 3,10). “A los que conoció de antemano, Dios los destinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Rm 8,29), el crucificado por amor. “Cuando yo me haya identificado totalmente con este modelo divino, cuando yo me haya transformado en Él y Él en mí, entonces habré realizado mi vocación eterna, aquella para la que Dios me eligió en Él desde el principio y continuaré por toda la eternidad” (cf. Ef 1,4). Pablo habla del “conocimiento que a él se le dio” (cf. Ef 3,3-5).
7. Manifiéstalo
A San Pablo el mundo se le hizo pequeño para manifestar y contar su encuentro con Jesucristo en el camino de Damasco y comunicar a todos el tesoro que había encontrado en Cristo Jesús, y expresó al final de su vida apostólica: “Sé muy bien de quien me he fiado” (2 Tim 1,12). Y seguir dando a conocer a Jesucristo con el grito paulino: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Cor 9,16). En ello, en evangelizar, gasta Pablo su vida, en tiempos favorables y en la adversidad, con comodidad o sin ella, consciente de que la gracia de Dios es más fuerte que la debilidad.
El Papa Benedicto XVI decía a las persona
s consagradas: “Queridos hermanos y hermanas, irradiar siempre y en todo lugar el amor a Cristo, luz del mundo. María Santísima, la Mujer consagrada, os ayude a vivir plenamente vuestra especial vocación y misión en la Iglesia, para la salvación del mundo”.
8. Pablo, modelo de fidelidad apostólica
Pablo es un modelo acabado de primer orden que manifiesta a Cristo e ilumina y guía nuestro testimonio hasta el final de la vida consagrada, según los diversos carismas.
El apóstol San Pablo en la segunda carta a los Corintios, la carta de las lágrimas, nos describe con sinceridad y transparencia la situación por la que está pasando en su vida de ministerio en el último tramo de su vida.
El apóstol, en plena noche oscura, confiesa que “todavía no está del todo vuelto a Jesús”, porque le molestan las críticas, porque le molestan sus fragilidades y flaquezas, porque aún no está reconciliado con sus limitaciones y debilidades, y ruega al Señor insistentemente que le libre de esta situación que está padeciendo. El mismo atestigua: “Tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: “Te basta mi gracia, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (2Co 12,8-9). Y Pablo, una vez que escucha estas palabras de Jesús, entonces quedó reconciliado con sus limitaciones y flaquezas, y entiende y acepta seguir manifestando a Jesús, evangelizando en debilidad y fragilidad, como encargo recibido del Señor Jesús (cf. 2Co 12,10). Pablo aprende a entonar su “Magníficat” al final de su vida apostólica.
9. Todavía no estoy del todo vuelto a Jesús
Considero que nuestra posible situación personal y de comunidades de vida consagrada, según los distintos carismas, tienen en el momento actual rasgos muy comunes. Como el apóstol San Pablo también podíamos confesar: “Todavía no estoy del todo vuelto a Jesús”, porque me molestan las críticas, porque me molestan las fragilidades y debilidades. Es necesario, pues, quedar reconciliado y aceptar el seguir manifestando a Cristo y seguir evangelizando en debilidad y fragilidad, en las persecuciones y las angustias, y entonar mi “magníficat” en medio de la situación en la que estoy viviendo mi vida de consagración, “porque cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2Co 12,10b), y seguir fiel a la vocación a la que he sido llamado.
Hoy necesitamos, como el apóstol Pablo, seguir en la tarea evangelizadora con un nuevo vigor y orden evangélico, y no escudarnos en las dificultades, limitaciones y posibles cansancios, e incluso en las mismas personas, porque la “fuerza se muestra preferentemente en la flaqueza”.
10. Oremos por las vocaciones de especial consagración
Con la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, oremos, a fin de que interceda al Dueño de la mies que envíe vocaciones de especial consagración a esta querida Iglesia de Cádiz y Ceuta:
“A ti, Madre, que deseas la renovación espiritual y apostólica de tus hijos e hijas en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo, elevamos confiados nuestra súplica. Tú que has hecho la voluntad del Padre, disponible en la obediencia, intrépida en la pobreza y acogedora en la virginidad fecunda, alcanza de tu divino Hijo, que cuantos han recibido el don de seguirlo en la vida consagrada, sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada, caminando gozosamente, junto con todos los otros hermanos y hermanas, hacia la patria celestial y la luz que no tiene ocaso” (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Vita Consecrata, 1996, n.112).
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 31 de enero de 2009