Mensaje en el Día de la Iglesia Diocesana

“Tú también puedes ser santo”: es la vocación de todo bautizado, que nos hace vivir apasionadamente la vida, sabiendo que sólo Dios puede llenar el corazón. “Encuentra a Dios y encontrarás el sentido de tu vida”, decía el joven Carlos Acutis, recientemente canonizado. ¿Puede haber algo más apasionante que anunciar el Evangelio desde la santidad? ¿Puede haber algo más revolucionario para nuestra sociedad que ser santos? Es lo que nos hace vivir de forma nueva y plena, amando a Dios y a los demás, orientados al bien, transformando nuestro alrededor de modo que todo cante la gloria de Dios: familia, trabajo, nuestras relaciones, la economía, la política, la cultura…

Agradecemos a Dios el regalo de los santos que nos han precedido: hombres y mujeres de su tiempo, de todas las edades y estados de vida, en las circunstancias concretas que han informado su vivir ordinario, con debilidades y tentaciones, pero que dóciles a la acción del Espíritu Santo nos han hecho mejores, y nos han dejado una formidable huella para seguir su senda. Algunos están canonizados, otros, en proceso, aguardan la declaración de la Iglesia. Ahora interceden por nosotros y nos animan a la virtud con la esperanza cierta de gozar en el Cielo.

Recordemos en este día que no estamos solos. La comunión de los santos nos impulse a vivir según Dios, entregados al hermano, a la Iglesia y al mundo. El Señor, dando su vida por amor, ha querido comprometerse con cada persona y con todo su pueblo, con la Iglesia, Madre de todos los creyentes y Esposa de Cristo, comunidad viva y dinámica, presencia que encarna la verdad y el amor de Dios en el mundo, que invita a la transformación y a la participación activa de sus miembros en la misión divina, y que espera de nosotros una respuesta de amor comprometido para hacer su obra. No solo tiene estructuras y ritos, sino que también es un cuerpo vivo que guía y acompaña a los creyentes en su camino espiritual. Seamos una comunidad viva y activa. Colaboremos de modo material con lo que podamos en esta campaña de la Iglesia Diocesana, que, con sus comunidades y parroquias, con sus instituciones y servicios, nos ayuda a vivir nuestra vocación y misión en el mundo. Y, sobre todo, con el agradecimiento debido a Dios por su Santa Iglesia, en la que han germinado testigos encomiables del amor de Dios, que nos impulsan a vivir imitando su ejemplo, con esperanza y mayor entrega.

+ Rafael Zornoza

Obispo de Cádiz y Ceuta

 

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