Carta Pastoral por la XXXI Semana de la Familia.
Mis queridos diocesanos:
1. XXXI Semana de la Familia
La Semana de la Familia tiene presente que este año 2009 fue declarado como Año de Oración por la Vida, bajo el lema: “Bendito el fruto de tu vientre”. Hace unos días hemos asistido a un gran acontecimiento: el sábado 17 de octubre, en Madrid, tuvo lugar la gran manifestación en favor de la vida y en contra del aborto, en la que se calcula que asistieron millón y medio o dos millones de personas.
A este respecto de la defensa de la Vida, decía el llorado Papa Juan Pablo II, “El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida” (Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, 60).
La vida es, pues, el gran tesoro de cada persona y también de la familia. La Semana de la Familia promueve este reto en su lema de este año.
2. La Vida: El mejor tesoro de la familia
La Semana de la Familia promueve este año la vida, como el tesoro incomparable de la familia. La vida humana tiene su origen en la momento de la fecundación y termina con la muerte natural. La custodia de la vida se lleva a cabo por el propio ser humano, por el individuo, a lo largo de toda su existencia, pero la familia tiene una gran incidencia tanto en la gestación como en la crianza, la educación, el seguimiento permanente y el apoyo en el ocaso o final de la vida.
La vida, que es el espacio de tiempo, que transcurre desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, es el gran tesoro de cada individuo y también de la familia. Todos los esfuerzos que se realizan en la familia se hacen para promocionar, sostener, mejorar y estimular la vida.
3. Promover la cultura de la Vida
La vida humana, don precioso de Dios, se pone en entredicho con los postulados de la ley del aborto, rechazando todos los principios de la ley natural, y dando pase a una cultura de la muerte. Recordemos que: “el aborto provocado es un acto intrínsecamente malo que viola muy gravemente la dignidad de un ser humano inocente, quitándole la vida. Asimismo hiere gravemente la dignidad de quienes lo cometen, dejando profundos traumas psicológicos y morales… Es un deber de estricta justicia prestar a la mujer que espera un hijo el apoyo personal, económico y social que merece la maternidad como valiosísima aportación al bien común” (Conferencia Episcopal Española, Instrucción Pastoral “La Familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad”, 2001, nn. 111 !112).
La Semana de la Familia promueve la necesidad de conversión para generar una cultura de la Vida. Todos tenemos la responsabilidad de promover la vida, cada uno en la medida de sus posibilidades, para evitar la extensión en nuestra sociedad de la cultura de la muerte y de leyes anti-vida.
4. La Vida se promueve desde la familia con la educación de la persona en valores éticos
La familia es, ante todo, una comunidad de personas que comparten su vida. La comunidad conyugal y familiar se realiza mediante el amor y se alimenta mediante la voluntad personal de los esposos de compartir su proyecto de vida. (cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 18). La verdadera vida se promueve desde la familia.
El Papa Juan XXIII al cumplir los 50 años escribía a sus padres: “Queridos papá y mamá, he estado en muchos sitios, he visto muchas cosas, pero ninguna escuela me ha enseñado tanto como lo que me enseñasteis vosotros cuando me teníais en vuestros brazos”. En la familia encontramos la experiencia fundamental de la visión de la vida, de la configuración de nuestras actitudes profundas ante la vida, ante los demás y ante Dios.
5. La Semana de la Familia, propicia la función de los padres y educadores en estos valores
– La familia es la primera escuela de humanidad, la que nos da la primera experiencia de la realidad personal, la que nos enseña a vivir y a convivir, la que nos descubre la bondad de Dios y la bondad de la vida en la que estamos situados por amor.
– La familia es el hogar donde se aprende a vivir verdaderamente, a valorar la vida y la salud, la libertad y la paz, la justicia y la verdad, el trabajo, la concordia y el respeto. La familia es el fundamento indispensable para la sociedad y los pueblos, así como un bien insustituible para los hijos, dignos de venir a la vida como fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres.
– La familia es cuna de vida y de amor y es el lugar apropiado en el que el hombre nace y crece, recibe las primeras nociones de la verdad y del bien y donde aprende qué quiere decir “amar” y “ser amado” y, por consiguiente, qué quiere decir “ser persona”.
– La familia educa a la persona según todas sus dimensiones hacia la plenitud de su dignidad. Es el ámbito más apropiado para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, que son esenciales para el desarrollo y bienestar tanto de sus propios miembros como de la sociedad.
– La familia ayuda a descubrir el valor social de los bienes que poseen. Somos felices cuando somos amados y amamos. La familia es un lugar privilegiado para experimentar ese amor profundo, el más parecido del amor de Dios, porque en la familia se nos ama sin condiciones, se nos ama por quienes somos, no por lo que hacemos o tenemos; no se nos quiere por nuestras cualidades o capacidades ni se nos deja de querer por nuestras limitaciones y defectos. Los padres son testigos privilegiados del valor infinito de la vida de los hijos, si vislumbran el don que es la vida, lo divino que hay en ella. La familia se convierte en un verdadero hogar, como en Nazaret, en donde se comparten las alegrías y las penas, y donde se puede decir que se forma la actitud de ser un solo cuerpo, una sola alma y un solo corazón.
– La familia es la mejor escuela para crear relaciones comunitarias y fraternas, frente a las actuales tendencias el individualismo. Como demuestra la experiencia, la familia construye cada día una red de relaciones interpersonales y educativas para vivir en sociedad en un clima de respeto, justicia y verdadero diálogo.
– La familia cristiana trata de descubrir a los hijos que los abuelos y ancianos no son inútiles porque no sean productivos, ni gravosos porque necesitan el cuidado desinteresado y constante de sus hijos y nietos. Pues, la familia enseña que existen otros valores: humanos, culturales, morales y sociales que son incluso superiores: son valores trascendentes.
6. Exhortación final e invitación
Os exhorto, queridos diocesanos, a que sigáis trabajando
en favor de la vida con las familias y promováis la creación de grupos de familias en las parroquias de la Diócesis.
Os invito a vosotros jóvenes, y a los sacerdotes, mis fieles colaboradores, a los religiosos, religiosas, personas consagradas, vírgenes consagradas, diáconos, seminaristas, laicos y miembros de movimientos familiares a participar activamente en esta XXXI Semana de la Familia, y a pedir al Señor en este Año de Oración por la Vida, por todos los esfuerzos que, en nuestra Diócesis, desde la Parroquia, estamos llevando a cabo sobre la familia.
Que la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, José y María, nos acompañe ahora y siempre.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta