La vida, el mejor punto

Carta Pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta, D. Antonio Ceballos, con motivo de la Jornada de Responsabilidad en el tráfico. Mis queridos diocesanos:

El domingo día 6 de julio, se celebra la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, en España. El lema de este año: “La vida, el mejor punto”, responde al contenido del reciente Documento Pontificio sobre la Pastoral de la Carretera, dirigida a los usuarios de la carretera.

1. Saludo fraternal

Ante todo recibid un saludo fraternal y afectuoso no solo a todos aquellos que dedicáis la mayor parte de vuestro tiempo y de vuestra vida a la carretera, sino también a los profesionales o encargados de la seguridad. Saludo, también, a los diversos destinatarios, principalmente a los conductores de camiones, autobuses y otros automóviles, los turistas, los distribuidores de carburante y personal de los restaurantes de carretera. A todos ellos les envío un saludo cordial.

2. Fenómeno de la movilidad humana

En nuestra sociedad existe un fenómeno progresivo de la movilidad humana y el vertiginoso aumento del tráfico de mercancías y del movimiento de personas. A su vez el tráfico genera ruido, contaminación atmosférica, utilización intensa de materias primas, y otros materiales. Esto hace que sean múltiples las innegables ventajas que proporcionan los diversos vehículos, tanto para la vida social como para el desarrollo económico: “La circulación vial y ferroviaria es, pues, una cosa buena, además de ser buena exigencia ineludible del hombre contemporáneo” (n. 9).

3. La vida, el mejor punto

El lema de este año: “La vida, el mejor punto”, es muy actual y entraña gran parte de la tarea pastoral. El Papa Pablo VI decía en uno de sus Mensajes a este respecto: “Demasiada es la sangre que se derrama cada día en una lucha absurda contra la velocidad y el tiempo; es doloroso pensar cómo, en todo el mundo, innumerables vidas humanas siguen sacrificándose cada día a ese destino inadmisible”.

Las Orientaciones para la Pastoral de la Carretera ponen delante de nuestros ojos la pérdida de la vida con unos datos impresionantes:

– 35 millones aproximadamente de fallecidos en el siglo XX por accidentes de tráfico en todo el mundo;

– más de 1 millón doscientos mil, solamente en el año 2001;

– cerca de 1500 millones de heridos en el mundo a lo largo del siglo pasado, con sus graves consecuencias de discapacidad, curaciones lentas, carga familiar y social, daños a bienes materiales.

Recordando las palabras de Jesús, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, y sabiendo que su vida fue un caminar continuo, las Orientaciones señalan cuál es la actitud que debe caracterizar al automovilista cristiano: “El que conoce a Jesucristo es prudente en la carretera. No piensa sólo en si mismo, y no está siempre apremiado por la prisa en llegar” (n. 19), y concluye: “Está comprobado que una de las raíces de muchos problemas inherentes al tráfico es de orden espiritual. Los creyentes encontrarán la solución d estos problemas en una visión de fe, en la relación con Dios, y en una opción generosa a favor de la vida” (n. 20).

4. Virtudes cristianas del conductor

La conducción es y debe ser para el cristiano un campo adecuado para cultivar las virtudes. Recordemos algunas fundamentales:

La caridad. Ella debe ser, como en toda la vida cristiana, el “motor” de toda la vida del conductor. Tiene entre otras estas manifestaciones: no poner en peligro, con maniobras equivocadas o imprudentes, la vida o la integridad de pasajeros o peatones, la cortesía y el espíritu de servicio, la actitud comprensiva  para con las maniobras torpes de los principiantes, la atención especial prestada a los ancianos, discapacitados y niños, a los ciclistas y a los peatones , así como la ayuda pronta y generosa a los heridos; también, el cuidado del propio vehículo con el fin de garantizar el máximo de seguridad (nn. 49-50).

La prudencia. Esta virtud ha sido considerada siempre como fundamental y necesaria con relación a la circulación. Exige “un margen adecuado de precauciones para afrontar los imprevistos que se pueden presentar en cualquier ocasión”, evitando la velocidad excesiva, la distracción y la sobreestima de las propias habilidades (nn. 52-53). Si conduces, sé prudente; si eres prudente, conduce.

La esperanza. Esta virtud basada en la ayuda de Dios, invita al viajero cristiano a confiar siempre en llegar a su destino. Los creyentes invocan como intercesores a San Cristóbal, al Ángel de la Guarda, a San Rafael, y muy especialmente a la Santísima Virgen en las distintas advocaciones, como Santa María del Camino(cf. nn.57-58). Lo importante es llegar al destino.

5. Nuevos areópagos

La Iglesia debe colaborar con la administración pública en procurar una adecuada educación a los conductores, viajeros y peatones. En esta tarea educativa contribuyen las familias, las parroquias, las asociaciones laicales y los movimientos eclesiales, así como los medios de comunicación social y las escuelas.

La Iglesia considera también los caminos y las vías de comunicación como los “nuevos areópagos para el anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo, el Salvador” (n. 78). El objetivo pastoral de esta apostolado peculiar es el de acercarse a dichos destinatarios en su propio ambiente, para transmitirles el mensaje del evangelio.

Invito a todas las comunidades cristianas a una toma de conciencia de la importancia y responsabilidad en el tráfico, a los mismos automovilistas, a los profesionales del volante y a los peatones.

Reza por vosotros, os quiere y bendice,

+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta 

Cádiz, 30 de junio de 2008

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