La Parroquia Nuestra Señora de Europa, ubicada en la urbanización Novo Sancti Petri, en Chiclana de la Frontera, acogió hoy, miércoles 10 de diciembre, el retiro espiritual de Adviento del clero de la Diócesis de Cádiz y Ceuta. Un momento de recogimiento y reflexión en el que los sacerdotes y diáconos de la diócesis fueron acompañados por el Administrador Apostólico, Mons. Ramón Valdivia, quien dirigió las meditaciones en este tiempo de espera y esperanza que caracteriza el Adviento.
Mons. Valdivia comenzó su intervención agradeciendo la calidez con la que ha sido recibido en la diócesis, a pesar de su reciente llegada, y expresó su profundo compromiso con la misión que la Iglesia le ha confiado. «No quiero perderme ni un solo momento del regalo que me ha dado Dios de estar con vosotros», manifestó, subrayando la importancia de caminar juntos en la fe y el ministerio sacerdotal.
En sus palabras, el Administrador Apostólico recordó el papel fundamental del sacerdote en la vida de la comunidad. «El ministerio del obispo, como el de los sacerdotes, debe estar centrado en la comunión», indicó, haciendo hincapié en la necesidad de acompañar, guiar y sostener a los hermanos sacerdotes, tal como hizo Jesús con sus discípulos. Mons. Valdivia, que estuvo diez años como párroco, destacó las dificultades que enfrentan los sacerdotes en primera línea de servicio pastoral, como la fatiga y el desánimo que a veces pueden surgir al ver la respuesta insuficiente de la comunidad o las tensiones internas. Sin embargo, hizo un llamamiento a centrarse en la belleza de las relaciones fraternas, señalando que el Espíritu Santo invita a todos a vivir una fraternidad sacerdotal esperanzada y alegre.
La reflexión del retiro giró en torno a tres grandes preguntas que Mons. Valdivia propuso a los participantes: «¿Quién nos ha llamado?», «¿Junto a quién nos ha llamado?» y «¿Para qué nos ha movido el corazón?». Estas preguntas, según el Administrador Apostólico, son esenciales para iluminar el camino del sacerdote en este Adviento, un tiempo que no debe ser solo de paso, sino una oportunidad para profundizar en la relación personal con Dios y con los hermanos en el ministerio.
A lo largo del retiro, Mons. Valdivia recordó la figura de Juan el Bautista como ejemplo de preparación espiritual. Juan, quien anunciaba la llegada del Mesías, se presentaba no solo como un profeta, sino como el que preparaba el camino para recibir al Salvador. En este contexto, el Administrador Apostólico invitó a los sacerdotes a seguir la lógica de la conversión personal, a no conformarse con los ritos vacíos, sino a abrir el corazón a una transformación profunda que permita acoger al Niño Jesús, quien llega no solo como un Salvador, sino como una llamada constante a la conversión y al servicio fraterno.
El retiro también hizo eco de las palabras del Papa Francisco sobre la importancia de la fraternidad sacerdotal, y Mons. Valdivia alentó a los sacerdotes a fortalecer los lazos de comunión en la diócesis. «La fraternidad sacerdotal no es una opción más, es un don y una tarea», afirmó, subrayando que el trabajo conjunto es esencial para enfrentar los retos pastorales y para dar testimonio de la unidad y la misericordia de Dios.
En un momento especialmente emotivo, Mons. Valdivia reflexionó sobre la vocación sacerdotal como una llamada personal que implica sacrificio, pero también una promesa de vida eterna. La figura de Simeón, el sacerdote que esperó la llegada del Mesías en el Templo, fue citada como modelo de paciencia, esperanza y fidelidad en medio de la espera. «Nuestro ministerio es como el de Simeón», explicó el Administrador Apostólico, «estamos llamados a reconocer la presencia de Cristo en el día a día y a ser luz para los demás, a través de la oración, la fraternidad y la entrega».
El retiro de Adviento concluyó con un tiempo de oración y meditación personal, durante el cual los sacerdotes tuvieron la oportunidad de reflexionar sobre su misión y renovar su compromiso con el servicio a la comunidad. Mons. Valdivia invitó a todos a vivir este tiempo litúrgico no solo como un periodo de espera, sino como un tiempo activo de preparación espiritual que lleve a una mayor profundidad en la vida sacerdotal y en la relación con Dios. En palabras del Administrador Apostólico, «el Adviento nos llama a preparar el camino del Señor, a hacer espacio para que Él crezca en nosotros y en los demás».

