Unos 5.000 niños inmigrantes viven en familias de la Diócesis de Cádiz y Ceuta y alrededor de 200 están en situación de desamparo. Así lo aseguró el obispo diocesano, Mons. Rafael Zornoza Boy, durante la celebración de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, en la mañana del domingo 15 de enero, en la Catedral de Cádiz.
Durante la ceremonia, en la que participaron inmigrantes, agentes y voluntarios de la pastoral de migraciones, el obispo diocesano afirmó que “la campaña de este año tiene una gravedad y una dimensión especial por dos razones: la primera, porque se ve que la situación de la migración en el mundo es uno de los más graves asuntos que tiene que resolver la humanidad. El fenómeno de las migraciones se da como una cuestión trágica porque, a veces, no se sale de su propio país por ver mundo o por buscar una mejor situación laboral… muchas veces se sale con verdadera angustia, huyendo de guerras y persecuciones”.
“La segunda razón por la que la celebración adquiere tanta atención es porque el Santo Padre ha querido dar una mayor relevancia a este encuentro, que intenta hacer lo que mejor hacemos los cristianos, elevar nuestras súplicas a Dios por todos los necesitados que están sufriendo esta situación, y una llamada a nuestra conciencia para que cada uno de nosotros podamos colaborar para solucionar estos problemas”.
Mons. Zornoza afirmó que, bajo el lema Menores migrantes, vulnerables y sin voz. Reto y esperanza, “el Papa Francisco ha querido poner su mirada en todos esos niños que sufren los problemas migratorios. Unos niños que están en situación de desamparo porque, en ocasiones, no viven con sus familias, y que son víctimas de las mafias”. En España viven en la actualidad 600.000 migrantes menores, de los que 3.500 están desamparados.
Por último, el prelado reflexionó sobre el “pecado”. “¿A quién le importa hoy el pecado? Es difícil anunciar hoy a Cristo como el que quita el pecado del mundo cuando la sociedad ha legalizado y vulgarizado el pecado, el mal, la muerte… Ironizamos, despreciamos y nos reímos del pecado. ¿Quién lucha por salir del pecado?”.
La celebración, que estuvo amenizada con cantos y bailes típicos africanos, contó con la participación de numerosos inmigrantes que residen en la diócesis, muchos de ellos ataviados con vestimentas típicas de sus países. Así, la ofrenda corrió a cargo de niños inmigrantes que viven actualmente en pisos tutelados de la diócesis.
Por último, tras la misa hubo una jornada de convivencia en las instalaciones del Centro Tartessos, donde se compartió una paella y se realizaron actividades deportivas y culturales.