La Santa Sede nombra Caballero de la Orden de San Gregorio Magno al historiador gaditano Manuel Bustos

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

Fotografía: Joaquín Hernández

Como reconocimiento a su trayectoria y servicio a la Iglesia, Manuel Bustos Rodríguez ha sido nombrado por la Santa Sede Caballero de la Orden Ecuestre de San Gregorio Magno, en agradecimiento por sus servicios a la Iglesia y a la sociedad. Este honor y reconocimiento que la Iglesia Católica concede a un laico, simboliza la estima del Santo Padre y del Vaticano por las contribuciones del galardonado.

El documento por el que se establece señala que personas «de probada lealtad a la Santa Sede, que por razón de su nobleza de nacimiento y la fama de sus hechos o el grado de su generosidad, se consideran dignos de ser honrados por una expresión pública de estima por parte de la Santa Sede».

Manuel Bustos llegó a Cádiz hace ya 48 años y desde entonces se ha convertido en uno de esos gaditanos por elección que han dejado una huella profunda en la vida universitaria, cultural y eclesial de la diócesis. Su biografía es la de un hombre de estudio, de compromiso y de fe madura, que ha sabido unir la pasión por la historia con un testimonio cristiano coherente y constante.

Hijo único de un militar cordobés y una madre madrileña, Bustos vivió sus primeros años en la capital de España, donde cursó el Bachillerato y la carrera de Filosofía y Letras, especialidad de Geografía e Historia, en la Universidad Complutense. Desde muy joven sintió la vocación por la investigación histórica, que desarrolló bajo la tutela de Vicente Rodríguez Casado, dedicando su tesina y su tesis a la figura de Campomanes, el gran reformista ilustrado. Esa inclinación por el pensamiento y la acción del siglo XVIII marcaría toda su trayectoria académica posterior.

En 1977 llegó a Cádiz para incorporarse como profesor de Historia Moderna y Contemporánea en el Colegio Universitario, germen de la actual Universidad de Cádiz. Desde entonces, su vida quedó vinculada para siempre a esta ciudad. Su esposa, Carmen Berlanga, y sus dos hijas, Cristina y Almudena, lo acompañaron en una existencia plenamente arraigada en tierra gaditana.

En la Universidad de Cádiz, donde obtuvo la Cátedra de Historia Moderna en 2004, Bustos ha sido uno de los pilares del ámbito humanístico. Su vocación investigadora le llevó a colaborar con universidades extranjeras como las de Lisboa, Burdeos, Hamburgo o Nantes, y sus estudios sobre el Cádiz del siglo XVIII —la etapa dorada de la ciudad— son ya referencia obligada. Fue, de hecho, el primero en reivindicar la conmemoración del Tricentenario del traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz, una efeméride esencial para comprender la identidad de la ciudad.

Pero su figura no puede entenderse solo desde la universidad. Manuel Bustos es también un hombre de Iglesia, un laico comprometido que ha hecho de su fe un principio rector de su vida. Heredero espiritual del Concilio Vaticano II, participó activamente en grupos de reflexión cristiana y en la vida parroquial, primero en San José y después en Santo Tomás de Aquino. A finales de los años 80, el obispo Antonio Dorado le confió la Delegación Diocesana de Pastoral Universitaria, donde supo tender puentes entre la vida académica y la fe.

Su compromiso eclesial se ha reflejado también en sus responsabilidades dentro de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), de la que ha sido secretario local y es actualmente consejero nacional. Además, dirigió el Instituto Diocesano de Teología, y formó parte del Consejo Pastoral Diocesano, de la Comisión Histórica para la causa de beatificación del padre Vicente López de Uralde y de la Comisión del Año Jubilar 2018.

A sus casi cinco décadas en Cádiz, Manuel Bustos se confiesa gaditano de corazón. Cuando viaja a Madrid —la ciudad donde nació—, siente el deseo de volver cuanto antes a su “territorio gaditano”. En su mesita de noche, suele alternar una decena de libros, fiel a esa curiosidad insaciable que lo define. Su vida, tejida entre la fe, la historia y la universidad, es ejemplo de cómo el saber y la espiritualidad pueden encontrarse en un mismo horizonte de búsqueda y servicio.

Por su trayectoria, su amor a Cádiz y su compromiso cristiano, Manuel Bustos Rodríguez es una de esas figuras que dignifican la vida diocesana y universitaria. Un hombre ilustrado en el mejor sentido del término, que ha hecho de la verdad, la cultura y la fe un modo de servir a los demás y de construir con serenidad y entrega.

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