«La oración del fariseo y el publicano» centró el retiro de noviembre de la Fraternidad Velad y Orad

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

El pasado fin de semana la «Fraternidad Velad y Orad» ha realizado su retiro mensual en la Casa de Espiritualidad Santa María de las Mogarizas (Chiclana). Abierto a todos los que quieran participar, en esta ocasión ha girado en torno a La oración del fariseo y el publicano.

Así, veinte personas de distintos lugares de nuestra diócesis han participado en este retiro. «La vida es un camino de purificación de nuestra oración que incide en nuestro ser y hacer. La oración del humilde que se reconoce pecador y desea la conversión es agradable a Dios. Vivimos las dos realidades pero el Reino de Dios opta por la oración del publicano, ahí está nuestro trabajo personal».

Entre meditaciones y contemplaciones se ha desarrollado el retiro, en un ambiente de silencio y adoración donde la exposición del Santísimo les ha acompañado siempre. Meditaciones como La oración que toca el cielo; La humildad, camino de santidad; Ser discípulo de Jesús e hijo de Dios; y Cristo humillado es ensalzado; junto con las contemplaciones No desprecies a tu hermano y sube al templo a orar; La oración del fariseo; La oración del publicano; Quien se humilla será ensalzado, les ha llenado de sabiduría espiritual, experiencia de Dios, encuentro con la Santísima Trinidad y con la Santísima Virgen en ese momento álgido de la oración comunitaria La oración humilde de los hijos de Dios. Amor, paz, presencia divina, deseo de conversión, búsqueda de Dios, humildad y pobreza evangélica como forma de vida, en un lugar apartado, en silencio y oración, a veces parecía que se tocaba el cielo.

Una vez vez más, desde la organización, se da gracias a Dios por la experiencia que han vivido, por la gracia derramada en las Eucaristías y en el Sacramento de la Reconciliación, por los espacios prolongados de adoración y por la acogida, comunión y fraternidad que han respirado en este lugar santo.

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