El clero de la diócesis celebra el Jubileo Sacerdotal en la Catedral de Cádiz

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

La Diócesis de Cádiz y Ceuta ha celebrado con solemnidad el Jubileo Sacerdotal con motivo de la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. El acto central tuvo lugar en la Catedral de Cádiz, donde el clero diocesano, encabezado por su obispo, Mons. Rafael Zornoza Boy, se congregó para conmemorar este día tan significativo para la vida presbiteral.

Durante la solemne Eucaristía, Mons. Zornoza destacó el profundo sentido de esta celebración: “Hoy celebramos la fiesta de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, modelo de todo sacerdocio. Nuestro encuentro es muy significativo: no solo celebramos a Cristo, sino que participamos en una peregrinación jubilar del presbiterio diocesano. Esta celebración nos hace tomar conciencia del don del sacerdocio, porque Él se ofrece como víctima por nosotros y nos permite acercarnos a Dios Padre en Él. Reconocemos el don del sacerdocio eterno y perfecto que se manifiesta en la Eucaristía donde se hace presente su sacrificio por la humanidad. La Palabra de Dios que nos revela su amor y su deseo de salvarnos. Hagamos del día de hoy un homenaje al Señor. Por el sí que le dimos el día de nuestra ordenación y por el que le queremos seguir dando también hoy. Vivamos arraigados en Jesucristo, que es lo que nos acaba de recomendar el Papa León XIV, poniendo siempre a Cristo en el centro”.

En su homilía, el obispo subrayó la importancia de la fidelidad vocacional, recordando a los sacerdotes que “no estamos llamados a ser estrellas del rock, influencers ni youtubers, sino testigos del Cristo resucitado”, poniendo énfasis en una vida entregada y enraizada en la fe, al servicio de Dios y de los demás. «Estos comportamientos seculares, que a veces llaman tanto la atención en realidad son vulgares y un caldo de cultivo para la vanidad y para el egocentrismo. El Señor nos pide simplemente, y no es poco, que seamos testigos de Cristo resucitado. Que salgamos al encuentro de estas víctimas de la falta de fe, de los alejados de la Iglesia. Con el ejemplo de nuestra vida, con nuestras convicciones profundas y dejando sobre todo ver el don de la gracia que hemos recibido y la fuerza que se deriva de ella, porque la evangelización, y nos lo ha recordado el Papa León hace poco, no es una conquista humana, sino una gracia que se difunde a través de vidas transformadas por Dios, es decir, se evangeliza siendo hombres de fe, recuperando y ofreciendo la luz de la fe”.

Tras la misa, los sacerdotes se dirigieron al Seminario Conciliar San Bartolomé para asistir a una conferencia formativa impartida por el P. Antero Pascual Rodríguez, exdirector del Seminario Metropolitano de Sevilla, titulada “El desarrollo de la Presbyterorum Ordinis hasta nuestros días en la identidad del sacerdote diocesano secular”. La charla ofreció una reflexión profunda sobre la evolución del ministerio sacerdotal desde el Concilio Vaticano II hasta el presente.

En el marco de esta jornada, se rindió un especial homenaje a los sacerdotes que celebran aniversarios significativos de su ordenación. Las Bodas de Plata sacerdotales fueron celebradas por los padres Nelson Rodrigo Orozco Gómez, Antonio Jesús Rodríguez Báez y José Antonio Capurro Ponce. Por su parte, las Bodas de Oro fueron conmemoradas por los padres Pedro Gómez Mancilla y Pedro Nolasco Rodríguez Rodríguez. También se felicitó al propio obispo diocesano, Mons. Rafael Zornoza, quien cumplió cincuenta años de ministerio sacerdotal el pasado mes de marzo.

El encuentro concluyó con un almuerzo fraterno en las instalaciones del Seminario, en un ambiente de comunión y gratitud por la vocación compartida y el camino recorrido por tantos pastores al servicio de la Iglesia diocesana.

Esta jornada jubilar ha sido una oportunidad para renovar el compromiso sacerdotal y dar gracias por la fidelidad de quienes, a lo largo de los años, han entregado su vida al anuncio del Evangelio y al cuidado del Pueblo de Dios.

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