Hoy, tras casi ocho años, termino mi servicio a la Iglesia como Vicario General del Obispado. La Divina Providencia, que nunca se equivoca, así lo ha dispuesto, seguro que para bien de la diócesis y de mi alma.
He procurado siempre, de corazón, «amar y servir» a todos; aunque, sin duda, habré defraudado a muchos con mis limitaciones y pecados. Confiando en vuestra benevolencia, os pido sinceramente perdón, y agradezco también las muestras cariño que en estos días he recibido.
Han sido años intensos y duros, pero siempre agradeceré a Mons. Antonio Ceballos y a Mons. Rafael Zornoza la confianza que inmerecidamente depositaron en mí.
En esta nueva etapa, quedo a vuestra entera y total disposición.
Que Dios os bendiga. Rezad por mí.
Siempre vuestro hermano y servidor.
Guillermo.