De Camerún, Gambia, Mali, Costa de Marfil… cada uno con una historia y con una familia que han dejado atrás. Una veintena de inmigrantes fueron acogidos el pasado sábado, 26 de noviembre, en el Centro Tartessos de Cádiz, al no poder continuar en el CIE de Tarifa por más tiempo.
«El volumen de inmigrantes que llegan al CIE es muy alto y no pueden estar allí por mucho tiempo. Existen acuerdos con ONG’s para que los atiendan cuando salen de allí, pero el sábado ninguna podía hacerse cargo de ellos. Me llamaron del CIE diciendo que los tenían que poner en la calle, así que en una acción coordinada entre el Secretariado de Migraciones, Asociación Cardijn y Tierra de Todos, alquilamos un autobús para traerlos a Cádiz», asegura Gabriel Delgado, director del Secretariado Diocesano de Migraciones.
Llegamos al Centro Tartessos y nos encontramos, efectivamente, con veinte chavales con edades comprendidas entre los 20 y los 30 años. Nos rodean para contarnos cómo ha sido su aventura hasta llegar a la costa gaditana. Una aventura que para algunos ha sido de dos, tres y hasta cinco años, desde que abandonaron su casa para buscar, como ellos dicen, «un futuro mejor». «Estamos obligados a irnos, no nos queda más remedio, no tenemos nada. En nuestros países no hay posibilidades de salir adelante, no hay trabajo, ni recursos, absolutamente nada», afirma Oumar Cissé.
Cuando les preguntamos que con qué recursos han llegado hasta aquí, nos contestan que se reunieron unos cuantos para pedir limosnas y así, con lo que ahorraron durante unos años, poder comprar una zódiac. Tal vez, estemos siendo muy generosos al hablar de «zódiac», porque cuando la describen nos hacen ver una barca hinchable de remo, de unos 2-3 metros de eslora, en la que embarcaron diez personas, como buenamente pudieron, desde Tánger, achicando agua durante la travesía, hasta que fueron rescatados por una patrulla de Salvamento Marítimo.
«Salvamento Marítimo», la palabra mágica, la palabra con los que a todos se les ilumina la cara como si hubieran visto a su ángel de la guarda. «En lo que escribas, por favor, agradece la labor de las personas que nos rescataron del mar», nos dice Bertole Tekeu. Pues dicho y hecho. Quizás agradecimiento puede ser hasta poco, después de ver los rostros de este grupo de inmigrantes. También el trato recibido por la policía fue muy bueno, aseguran todos ellos. Algo que no ocurrió en la otra orilla con la policía marroquí. Empiezan a remangarse los pantalones y las camisetas que llevan para mostrarnos los «sellos» de su particular pasaporte: heridas, golpes y cortes profundos, provocados, según ellos, por la policía de Marruecos.
Y así, llegan al CIE de Tarifa, donde se han sentido encerrados como en una cárcel. «Comer, dormir, comer, dormir, y salir un rato al patio, nada más». Por suerte, ellos sólo han estado una o dos semanas allí, eso sí, con la misma ropa y la misma muda desde el primer día que llegaron.
¿Y ahora qué? Carlos Carvajal, de la Asociación Cardijn, nos comenta que en estos días les han proporcionado ropa limpia e intentarán que vayan comunicándose con sus familias en sus países de origen, ya que, para la mayoría, sus familias ni saben que emprendieron este viaje, ni que están en España. «No conté nada a mis padres por miedo a represalias» cuenta Pierre Roland. «En mi casa había muchos conflictos», nos dice Geanjule Tchappi.
Con todo, su esperanza es poder ponerse en contacto con amigos y familiares que ya residen en Europa y poder empezar una nueva vida y futuro mejor.
Mientras tanto, Secretariado de Migraciones, Asociación Cardijn y Tierra de Todos, esperarán a que, mañana, la semana que viene o el próximo mes…, alguien les vuelva pedir que salgan al rescate de otro grupo de personas, ante una situación que ni mejora, ni parece tener fin.