Clamor de las familias ante la situación económica y el paro

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

Carta Pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta, D. Antonio Ceballos Atienza, con motivo de la festividad de San José Obrero y de los trabajadores el 1 de mayo. Mis queridos diocesanos:

Os escribo esta carta con el deseo de compartir con vosotros mi reflexión, con ocasión de la festividad de San José Obrero y del día de los trabajadores, que celebramos cada 1 de mayo.

Este año en el que pastoralmente venimos trabajando prioritariamente por la situación de la familia en nuestra diócesis, os comunico lo que con vosotros he oído, aprendido y vivido, y cómo es necesario abrir caminos de esperanza para dar una respuesta a la situación de la familia.

1. Sinceros sentimientos de fraternidad y solidaridad

En primer lugar, deseo transmitir a todos los trabajadores, a sus familias, a las amas de casa, a cuantos angustiosamente desempleados buscan trabajo, a quienes están de baja laboral por accidente o enfermedad, y a quienes gozan de su merecida jubilación, mis sinceros sentimientos de fraternidad y solidaridad, con el propósito de proclamaros el Evangelio de la esperanza.

2. Aproximación a la situación actual

Vivimos en unos momentos en los que el crecimiento económico que parecía que iba a poner pronto a todos a las puertas del bienestar, por desgracia no ha sido así. Para muchos la esperanza de progreso se ha convertido en desilusión y los datos sobre la pobreza cuentan por millones los seres humanos que en otros continentes pasan por el camino angosto del hambre y la pobreza. Pero no sólo en el tercer mundo se encuentran los pobres. En España hace tiempo que se dice que son ocho millones. Nadie niega esta cifra. De cada cinco personas, una sufre los efectos de la pobreza, aquí, entre nosotros.

En nuestra sociedad opulenta muchos tienen el dinero fácil; otros luchan por unos salarios y pensiones de mantenimiento, y otros, no llegan a un mínimo de bienestar. Esta división no agrada a nadie y muchos tratan de silenciarlo y de que no llegue a la opinión pública. Las familias pobres no interesan y molestan a las conciencias. Ignorar a los pobres es el sedante de cuantos tienen un dinero fácil o de aquellos que practican el “sálvese quien pueda” porque ellos tienen a mano un salvavidas.

3. Algunos datos sobre la situación actual diocesana

La cruda realidad es que el número de parados no decrece en nuestra Diócesis de Cádiz y Ceuta. El trabajo pastoral que prioritariamente se está llevando a cabo sobre la situación de la familia nos arroja datos interpretativos que exponemos a continuación:

– Hay una alta tasa de desempleo, según los últimos datos: casi 30.000 en la Bahía de Cádiz y casi 23.000 en la zona del Campo de Gibraltar.
– Trabajos poco estables y contratos basura.
– Los trabajos son fundamentalmente en el sector secundario y terciario.
– Muy poco trabajo para los jóvenes. Esta circunstancia les obliga, en ocasiones, a emigrar.    – Las mujeres tienen menos posibilidad de puestos de trabajo.
– Muchos trabajos son de chapuzas y trapicheos, totalmente eventuales o de temporada.
– Se tiende a que trabajen los dos, el padre y la madre, para mantener la familia.
– El desempleo obliga a la picaresca y a vivir de los subsidios, ayudas y economía sumergida.
– La falta de trabajo deteriora la natalidad (los abortos, etc.), la atención a los mayores, el envejecimiento de la población local por la marcha de los jóvenes de sus lugares de origen.
– Hay empleo sin contratos, sobre todo para las mujeres (limpiadoras, etc.).
– La falta de trabajo y los empleos precarios o de temporada inciden directamente en la estabilidad de las familias y en el cuidado de los hijos y mayores.
– Va aumentando el número de inmigrantes que se estabilizan. Entre ellos empieza a crearse bolsas de pobreza por no tener trabajo. Los trabajos que desarrollan son precarios y temporales en el sector servicio, acompañando a ancianos o a enfermos.
– Todos esos datos nos pueden hacer pensar e interpelar nuestras conciencias, pero lo más desgarrador, que podría ser evitado, es el hecho de los accidentes laborales: unos leves (26.324), y otros graves (295), pero los 38 mortales de toda la provincia nos hablan de otras familias destrozadas, que algunas veces quedan hasta desamparadas ante el futuro.
   
4. Despertar las conciencias

Detrás de esta breve descripción hay seres humanos de carne y hueso, y angustiosos problemas en muchos hogares cristianos.
   
Considero que no podemos aceptar una situación así. Debemos cumplir nuestro deber de llamar a la solidaridad, de despertar las conciencias, para que la larga duración de la crisis económica y del paro no produzca un estado de insensibilidad. Debemos interpelar la responsabilidad de los que pueden crear empleo y no lo hacen por motivos claros.

Hay que estimular, desde motivaciones humanas y cristianas, a invertir en lugar de acumular, a ahorrar en lugar de consumir, a moderar las aspiraciones indebidas en beneficios y salarios, a ayudar directamente a los más débiles. Hay que llamar la atención sobre el riesgo que corre la sociedad moderna a convertirse en una sociedad dual: por una parte por los privilegiados que gozan de un puesto de trabajo, por otra parte por los desafortunados que carecen de trabajo, aunque estos pudieran ser sostenidos por el conjunto de la sociedad. Resignarse a que una buena parte de familias carezca de manera crónica de trabajo, sería aceptar programáticamente la deshumanización de parte de la sociedad. El trabajo humaniza al hombre, como nos lo recuerda el llorado Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens, mientras que la carencia de trabajo degrada al hombre.
   
5. Familia y situación económica en nuestra Diócesis

•    Hoy en la Diócesis existen muchos tipos de familias, pero predominan las de clase media-bajas, tanto en el nivel económico como cultural. Muchas familias son de pre-jubilados o jubilados con pensiones bajas. Algunos de ellos tienen a su cargo hijos pequeños y también adultos que no aportan medios a la economía familiar.

•    Los ingresos familiares dependen de la zona de la Diócesis. Para los que tienen trabajo fijo oscila entre 800 y 2.000€ por persona y mes. Para muchas familias lo fundamental es la subsistencia del día a día. En algunas familias se agudizan los problemas económicos al tener  en casa a personas mayores, enfermos, drogadictos, jóvenes que no encuentran trabajo…

•    La vivienda. El coste de las viviendas es muy elevado para una economía normal. Hay muchas infra-viviendas. Los alquileres también son caros. Hay familias que comparten la vivienda (los padres y matrimonios jóvenes).

•    De todas formas la familia sigue siendo el soporte social y económico más importante para la sociedad. Las subvenciones y ayudas de las instituciones sociales no llegan a remediar las carencias. En muchas familias la falta de formación de sus miembros favorece que los trabajos que encuentran sean precarios y transitorios. Las familias rotas, que cada vez son más abundantes, tienen más dificultades laborales. En muchas ocasiones es la mujer la que tiene que buscarse un trabajo para subsistir cuando llega la separación, y/o no recibe del cónyuge lo estipulado para el cuidado de los hijos. En muchos casos la pensión de los abuelos contribuye a la economía familiar.

6. El clamor de la situación económica de la familia llega hasta nosotros

El clamor de la situación económica de la familia llega a los cristianos que son hombres y mujeres solidarios que saben que hay quienes no pueden comprar los libros de estudios de los hijos, quienes no alcanzan a pagar los plazos o el alquiler de la vivienda. Nuestra sociedad proclama la justicia social, pero algo más de dos millones de parados viven en familias donde falta un salario. Otros buscan un primer empleo como base económica para formar un hogar, y el tiempo de contraer matrimonio se demora sin que haya mayores esperanzas.

7. ¿Qué tenemos que hacer?

Quien se sienta satisfecho con esta sociedad tiene parte de su conciencia anestesiada. Ese no puede ser un cristiano responsable capaz de responder a la pregunta del Señor: “¿qué tenemos que hacer?”.  Esa pregunta es urgente y cada uno debe contestarla con sinceridad ante sí mismo y ante Dios: con lealtad hacia esas familias que están ahí acusando nuestra posible falsa lealtad con Dios.

No bastan las proclamaciones políticas ni las legislaciones progresistas. Mientras los pobres estén ahí son una acusación a nuestras instituciones, a nuestra falta de servicios sociales, a nuestra burocracia ineficaz y a nuestras conciencias dormidas.

Para saber lo que es pasar necesidad hay que ponerse en su lugar. En ese preciso lugar de los padres de familia sin trabajo, de los jóvenes sin empleo ni esperanza, de los barrios marginados que carecen de casi todo lo necesario. Una conciencia crítica y una moral cristiana no pueden pasar de largo ante situaciones graves de carencia.

La palabra de Dios expresada en la Iglesia en recientes documentos de su magisterio ordinario, y los dramáticos datos de la realidad, pueden ser dos buenos acicates para nuestras conciencias.

Como Pastor de la Iglesia de Cádiz y Ceuta os invito a colaborar y “a estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la “Iglesia de los pobres”” (Juan Pablo II, Laborem exercens, n. 8).

8. Compromiso de los laicos

El mal del paro es grande, y cuantas fuerzas y recursos dediquemos serán insuficientes. Estamos aún muy por debajo del nivel de solidaridad que sería exigible a las necesidades que hay en esta lucha, e incluso, también a las posibilidades de una diócesis como la nuestra. Por ello, uno mi voz a la del Papa Juan Pablo II que decía: “En el contexto de las perturbadoras transformaciones que hoy se dan en el mundo de la economía y del trabajo, los fieles laicos han de comprometerse, en primera fila, a resolver los gravísimos  problemas de la creciente desocupación (…), a suscitar nuevas formas de iniciativa empresarial” (Juan Pablo II, Christifideles laici, n. 43).

Nosotros al sentirnos interpelados en nuestra conciencia cristiana por el problema de la familia que padece ya la situación económica tenemos que responder de la misma manera. Somos conscientes de que la solución de la crisis económica profunda en que estamos insertos, y del paro en concreto, supera nuestras posibilidades reales de Iglesia Diocesana, pero estamos convencidos de que podemos hacer más de lo que estamos haciendo.

Como modesta aportación se trataría de apoyar y canalizar iniciativas y posibles acciones orientadas a paliar el problema del paro y ayudar a las familias que lo sufren.

Os exhortamos, pues, a prestar recursos humanos y económicos para poner remedio a esta situación que padecemos actualmente, y a promover una adecuada toma de conciencia, principalmente por parte de la comunidad cristiana, con  respecto al paro y sus complicaciones, que nos lleven a una correcta actitud de identificación y solidaridad evangélica.

Pedimos a todos que apoyen y hagan efectivo su compromiso personal, de cara a la sensibilización y formación de la conciencia social, según el espíritu del Evangelio y la doctrina social de la Iglesia.

9. Oración confiada

Os invito, también, a la oración confiada a fin de que Cristo Resucitado, nos dé la fuerza del Espíritu Santo para mantenernos firmes, y nos ayude a perseverar en este empeño por el bien común.

Sé, y me consta, que desde Cáritas se atienden muchas necesidades sociales de los menos favorecidos. Las parroquias ayudan tanto económicamente como colaborando en la búsqueda de un trabajo a quienes lo solicitan. En general, el planteamiento de nuestra tarea evangelizadora debería acentuar el sentido social para dar respuesta a esta situación. Este sentido social está expresado, cada uno a su nivel, en Cáritas, Voluntarios de San Vicente, el grupo Betania, la Legión de María, las Misiones Populares, las Hermandades y Cofradías, los Centros de Orientación Familiar (COF), Tartessos, las Hijas de la Caridad, comedores de María Arteaga, Jesús Abandonado, El Padre nuestro, etc.

10. Llamada a la esperanza

La situación económica y la extensión del paro en las familias pueden generar desencanto y desesperanza. Los cristianos tenemos la responsabilidad moral de ser germen de esperanza en la sociedad.

Nuestra esperanza debe de ser sostenida más que por la confianza que nos merecen las ciencias económicas y las nuevas tecnologías, por la fe en el hombre y en Dios: “La esperanza del cristiano y la cristiana proviene, en primer lugar, de saber que el Señor está obrando con nosotros en el mundo (…); le viene, además, de saber que también otras personas colaboran en acciones convergentes de justicia y de paz, porque bajo una aparente indiferencia existe en el corazón de toda la humanidad una voluntad de vida fraterna y una sed de justicia y de paz que es necesaria satisfacer” (Pablo VI, Octogesima adveniens, n. 48).

Por todo ello, debemos seguir predicando la esperanza cristiana no como evasión de la realidad concreta y de sus problemas reales, sino como un principio de vida, de ilusión y de optimismo para el “más allá”, que se traduzca realmente en el impulso de nuevos movimientos de solidaridad y de relación de la justicia social.

Os envío esta exhortación con motivo del 1 de mayo de 2008, al amanecer de la nueva cercanía de Cristo Resucitado, lucero que despunta ya la luz de Cristo en un mundo sumergido en las tinieblas del desorden del pecado.

Que San José Obrero y la Virgen pobre de Nazaret, modelo de familia trabajadora, hagan que comencemos siempre de nuevo, sin desfallecer, en la lucha por la justicia en el mundo. Que consigan que en nuestro corazón despunte siempre la esperanza frente a toda tentación de desánimo y desencanto, y que esta esperanza se traduzca en realizaciones concretas de solidaridad y fraternidad.

Y al terminar esta exhortación, elevemos una oración por los que han muerto en los accidentes laborales, que Dios les tenga en el lugar de la luz y de la paz, que Dios ayude y consuele a sus familias y que se sepan poner los medios para que estas situaciones no se repitan más.

Que el Espíritu Santo bendiga y fecunde nuestras intenciones y proyectos en sintonía con los deseos y esperanzas de nuestros hermanos parados.

Reza por vosotros, os quiere y bendice,

+ Antonio Ceballos Atienza
    Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 24 de abril de 2008.

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