En la tarea de caminar juntos salimos animosos al encuentro de Cristo que viene. El comienzo del Año litúrgico es sorprendente. La Liturgia de Adviento se estrena en su primer Domingo con las palabras de Jesucristo referidas al final del mundo y sus signos. Para vivir el presente es necesario hacer memoria de la enseñanza de Cristo respecto al futuro. En la lógica de la esperanza lo primero es el fin.
En el evangelio del primer Domingo de Adviento encontramos una promesa y una exhortación. Ambas sostienen la esperanza cristiana. Jesús ha prometido que vendrá en gloria y majestad, y con su venida el mundo alcanzará su fin. Surge así la exhortación: la venida de Cristo no nos debe sorprender distraídos. La actitud propia de quien tiene esperanza es la vigilancia. Para preparar el encuentro definitivo con el Señor en nuestra propia muerte y al final de los tiempos, es imprescindible revivir la primera venida de Cristo encontrándonos con Él mientras caminamos en este mundo.
Los acontecimientos que consideramos importantes en nuestra vida los preparamos anticipándolos e imaginándolos. No hay mayor acontecimiento en la vida humana que el encuentro definitivo con el Señor. Este acontecimiento no se puede improvisar. Por eso, en la tarea de caminar juntos, salimos animosos al encuentro de Cristo que viene.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez