En la tarea de caminar juntos un nuevo inicio nos sorprende. Una de las señales claras de la vitalidad de la fe es mantener intacta la capacidad de asombro ante los dones nuevos que cada día ofrece el Señor. Por eso, al estrenar un año nuevo, la Iglesia propone tres ejercicios de fe que ayudan a percibir la novedad de cada encuentro con Cristo: primero imitar a María y guardar en el corazón los acontecimientos vividos; segundo invocar el nombre de Jesús para dejarme salvar por Él; y tercero colaborar activamente en la tarea de construir la paz.
El 1 de enero la Iglesia celebra la solemnidad de la Virgen María, Madre de Dios, con la que se cierra la octava de Navidad. Al contemplar al Niño Dios la mirada se va del Hijo a la Madre. La verdad del Niño Jesús (Él es el Hijo de Dios hecho hombre) nos descubre la verdad de la madre (Ella es la Madre de Dios). Para disfrutar de la mirada renovada de la fe necesitamos guardar los acontecimientos vividos en el corazón y ahí darle vueltas, como María Santísima. Abrazar la novedad del momento presente requiere siempre guardar el pasado con reacción agradecida de amor.
Estrenamos un nuevo año invocando el Nombre de Jesús, para recordar que no se nos ha dado otro Nombre invocando el cual podamos ser salvados. Vivir la novedad inmarcesible de un nuevo inicio requiere siempre docilidad interior para dejarse salvar por Jesús.
A las puertas del año nuevo, la Jornada Mundial de la Paz nos llama a colaborar activamente en la construcción de la paz. Este año nos recuerda el Papa Francisco que el “diálogo entre generaciones, la educación y el trabajo son instrumentos fundamentales para construir una paz duradera”. Por eso, en la tarea de caminar juntos un nuevo inicio nos sorprende.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez